Casi sin darnos cuenta, en un santiamén, entre el 13 y el 24 de junio, ambos inclusive, del año del Señor en curso de 2025, se ha producido lo que ya se ha denominado la “Guerra de los Doce Días”, un conflicto sin precedentes, según algunos medios, entre Israel e Irán con intercambio de misiles y drones por doquier. (Ha habido otras guerras a lo largo de la Historia como la Guerra de los Seis Días o, más larga y alejada de esta aún, la de los Cien Años).
El gobierno estadounidense, aliado fiel de Israel, desplegó un ataque inusitado contra Irán en la operación «Martillo de Medianoche», a lo que la república islámica respondió con un ataque simbólico contra la principal base norteamericana de Qatar. Y poco más. El 25 de junio de 2025, en la cumbre de la OTAN, el emperador electo de los Estados Unidos de la América de Dios proclamó el fin de la "Guerra de los Doce Días", que ya ha pasado a la Historia y es, por lo tanto, Historia, agua pasada que no mueve molino, y apenas nos hemos enterado, entre Israel e Irán, afirmando haber "aniquilado" la amenaza nuclear iraní, al tiempo que negaba que los ataques tuvieran como objetivo instalaciones nucleares.
Estas contradicciones —una miniguerra con un final récord, destrucción selectiva, un alto el fuego frágil— refuerzan las sospechas de un ataque orquestado. Se espera que haya seguramente nuevas temporadas y actualizaciones de está miniserie. Los comentaristas internacionales afirman que la 'diplomacia' estadounidense con su presidente a la cabeza impuso su hegemonía en la región, logrando que un conflicto que pudo ocasionar la Tercera Guerra Mundial, se solucione en el pispás de unas pocas horas, declarando ambas partes el alto el fuego. Por el papel que ha desempeñado el emperador yanqui democráticamente electo, dicen que podría aspirar al Premio Nobel de la Paz, gracias a su enérgica política Peace Trhough Strength, o sea Paz a la Fuerza, o sea lo de siempre: si quieres la paz, para bellum.

Los medios occidentales han difundido imágenes de una destrucción selectiva entre Irán e Israel, atribuida a una "guerra" marcada por bombardeos y ataques con misiles y drones. Pero ¿qué ha sucedido realmente? Esta destrucción no parece el resultado de un conflicto espontáneo, sino de un acuerdo entre los líderes de ambos países para arrasar zonas específicas y poder reconstruirlas posteriormente.
Las élites, los electi, parecen haber adoptado la maquiavélica lección de utilizar el miedo para dividir y gobernar, favoreciendo así sus propios e inconfesables intereses.
Un conflicto como este no sirve mucho para reducir el aumento de población que tanto les preocupa a algunos, pues no ha habido muchas víctimas mortales que se sepan, pero sí para meterle miedo a la gente y de ese modo regularla. Igualmente serviría la destrucción provocada para fomentar la reconstrucción y dar nueva vida al capital. El Próximo Oriente es una zona estratégica: yacimientos de petróleo y gas, rutas marítimas y un simbolismo religioso único que hace que a aquella parte del mundo se la denomine Tierra Santa, un lugar sagrado para judíos, cristianos y musulmanes, las tres religiones monoteístas más importantes que en el fondo adoran a un mismo dios: Herr Kapital, que se frota sus manos sacrosantas.

Los casi ocho mil millones de habitantes del planeta hemos asistido como rebaños televidentes-telecreyentes a una guerra en la que, una vez acordado el alto el fuego, no hay un claro vencedor ni un claro vencido, una guerra efímera que, se puede decir, no ha existido o solo ha existido en los medios de (in)formación de las masas.
Esta estrategia de diuide et impera mantiene a las élites en el poder, que orquestan crisis sanitarias, económicas, climáticas, bélicas... para desviar la ira popular.
Es posible, creen algunos, que nuestros mandamases, que son los más mandados, teman una o más revueltas como el auge de los chalecos amarillos en Francia en 2018, que aterrorizó enormemente al napoleónico presidente del país vecino, o el 15M en las plazas españolas en el año del Señor de 2011, aquel estallido enseguida sofocado y asimilado al fin por el Poder.
Los repetidos llamamientos de los líderes europeos, capitaneados por la madama que los regenta, a la creación de un ejército paneuropeo con el objetivo de extraer unos 850.000 millones de euros de los contribuyentes, acompañados de una retórica propia de la "tercera guerra mundial", podrían tener como objetivo sumergir a la población en un conflicto global que sofoque cualquier posible rebelión.
Los misiles van con localizaciones específicas, las intervenciones de las fuerzas del orden se harán con Inteligencia Asistida y los espectadores podrán participar con la estupidez contemplativa; todas las aplicaciones integradas garantizan la sinergia constitutiva de esta agitación sistémica e inmovilizante que nos obnubila y paraliza.
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