De vez en cuando Juan Manuel de Prada nos sorprende con algún artículo incisivo, como por ejemplo el titulado El gran tabú, publicado en el ABC del 10 de septiembre de 2022, donde, hace una alusión inevitable a Freud sobre el término “tabú” y a Wundt, que veía en el tabú la presencia de lo demoníaco en nuestra vida, salpicado con una referencia filosófica a Kant y literaria a Ionesco.
Conviene recurrir aquí antes de seguir adelante y para entendernos mejor al expediente de la etimología del término 'tabú', que, según Corominas, entró en castellano hacia 1900, tomado como préstamo del inglés taboo, término que a su vez había sido tomado de la lengua del archipiélago Tonga en la Polinesia, donde suena tábu y significa 'prohibido'. La docta Academia da dos definiciones: Condición de las personas, instituciones y cosas a las que no es lícito censurar o mencionar, y Prohibición de comer o tocar algún objeto, impuesta a sus adeptos por algunas religiones de la Polinesia.
Escribe Juan Manuel de Prada (cito literalmente): Supuestamente, las sociedades “ilustradas” se distinguen porque expulsan el tabú de sus murallas, permitiendo hablar de todo. Pero la realidad paradójica nos prueba que es precisamente en estas sociedades donde el tabú prolifera hasta extremos asfixiantes, de tal modo que cada vez son más las palabras prohibidas, más los asuntos que no es posible discutir.
Hay una velada alusión a la corrección política que impone un determinado lenguaje y que hace imposible el concepto griego de parresía: la libertad de expresión de poder decirlo todo con franqueza. Destaca la paradoja: la ilustración acaba teóricamente con los tabúes (o tabús), sin embargo en la práctica estos subyacen y abundan en las sociedades ilustradas como la nuestra.
Continua De Prada atacando lo que él, espíritu religioso a la vieja usanza, llama "nuevas formas de religión", que podríamos denominar también "religiones laicas", que toman, por ejemplo, la Christiana caritas, una de las tres virtudes teologales, y la convierten en la hodierna solidaridad. Escribe De Prada: Las nuevas formas de religión (ciencia, democracia, progreso, etcétera) han impuesto un catálogo abrumador de tabúes, que actúan sobre nuestra conciencia a modo de obligación inconsciente, como decía Kant que actuaba el imperativo categórico. Ante esta proliferación desaforada de tabúes, nuestras vidas empiezan a parecerse a un paseo por un campo de minas.
Resulta muy lograda la comparación con un paseo por un campo minado, donde las minas serían los modernos tabúes (o tabús) que nos obligan a sortearlos para no pisarlos y saltar en pedazos por los aires.
Enseguida se centra De Prada en el Gran Tabú, que da título a su artículo, el más notorio que nos atenaza estos días, que es el de la causa del exceso de mortandad: Según los “expertos”, la pandemia, el cambio climático y el envejecimiento de la población son las diversas causas -la célebre multicausalidad- que explican las muchas muertes, más de la cuenta esperada, que se están produciendo desde hace meses en nuestro país y otros países.
Evitan sin embargo citar al rinoceronte, la causa novedosa de considerable tamaño que todo el mundo ve y de la que oye hablar. Hace aquí De Prada una alusión a la obra teatral de Ionesco de igual título, Rinoceronte (1959), de la que hicimos mención en ¡Inventan enfermedades!, en la que un mamífero de gran tamaño y cornuda nariz se pasea por la calle y nadie quiere verlo ni hablar de él, ya sea por miedo o por cobardía, hasta que los paseantes mismos se trasforman en rinocerontes, todos salvo el protagonista. Hay una causa, algo que ha sucedido en los dos últimos años, que los expertos no quieren reconocer y de la que prefieren no hablar. Pero no hace falta recurrir a Freud ni a Ionesco ni a la palabra polinesia 'tabú' para explicarlo, no quieren hablar de ello porque está prohibido, sin más, aunque está en la mente de todo el mundo.
Lo mejor del artículo es su final: También nosotros aceptamos este exceso de mortandad –y el cortejo de afecciones que se han multiplicado en los últimos meses- como algo irremediable. ¡Y uno que pensaba que las sociedades “ilustradas” estaban vacunadas contra los tabúes!