Se usa el término de factura griego parusía (παρουσία; su equivalente latino sería 'praesentia' o 'aduentus', presencia o llegada) con el significado religioso, según la docta Academia, de "advenimiento glorioso de Jesucristo al fin de los tiempos". Con este vocablo se alude a la segunda y definitiva llegada de Jesucristo tras la resurrección de la primera (...y al tercer día resucitó), que implicaría el fin del mundo tal como lo conocemos y la instauración del Reino de los Cielos de Dios que él deseaba, como refleja la oración que enseñó a sus discípulos (Venga a nosotros tu reino): que venga tu reino porque no está aquí.
Una viñeta de Andrés Rábago, alias El Roto, publicada en El Periódico Global(ista), lleva por título: "Resucito y vuelvo en unos eones". Presenta dos imágenes muy significativas en este Lunes de Pascua: la cruz como trasfondo lejano y, en primer término, el sepulcro vacío. Dos potentes símbolos: el primero de muerte que se convertirá gracias a la coincidencia de los opuestos en el emblema de la vida... eterna, y el segundo: la tumba vacía, alusión a la resurrección.
El cartel "Vuelvo en unos eones" alude a la parusía o segunda venida de Jesús, que conllevaría la instauración del Reino, que, obviamente, no se ha producido todavía. El aviso es, por lo tanto, irónico. Esos eones no son minutos, ni horas siquiera, son miles de millones de años.
Define, en efecto, la docta Academia el término eón, del gr. αἰών aiṓn, emparentado con el latín clásico aeuom, que conservamos en castellano 'evo', utilizado en lenguaje poético como “duración de tiempo sin término” y en el lenguaje religioso como “duración de las cosas eternas”, por lo que vendría a ser un sinónimo de 'eternidad'. En el ámbito científico se emplea como una unidad de tiempo geológico, equivalente a mil millones de años, pero también como periodo de tiempo indefinido de larga duración, es decir, una duración tan larga que se hace prácticamente imposible definir.
Es curioso cómo el latín y el griego antiguos, como han subrayado muchas veces los filólogos clásicos tenían dos palabras para lo que nosotros solo tenemos una: tiempo. En latín, efecto, se distinguían tempus y aeuom, y en griego χρόνος (chrónos) y la comentada αἰών (aiṓn). La primera se refiere a uno o varios de los momentos en los que dividimos el tiempo para domesticarlo y cronometrarlo y decir cosas como decían los clásicos, por ejemplo 'tempus fugit', por lo tanto a la discontinuidad, y la segunda se refiere a la duración, es decir, a la continuidad.
En las lenguas modernas disponemos de una sola palabra para dos cosas radicalmente contrarias y contrapuestas, para contar algo que no puede contarse, para medir algo que es inconmensurable.
Volviendo a la viñeta de El Roto, el lema "Vuelvo en unos eones", sería como decir: Vuelvo en unos miles de millones de años, es decir: nunca, porque la parusía y el advenimiento del Reino no se ha producido.
Ante esta constatación empírica, y frente a la desesperación que se apoderó de los discípulos y seguidores de Jesús por su muerte, se extendió enseguida el relato de la tumba vacía, la resurrección y las milagrosas apariciones posteriores, unos sucesos tan sobrenaturales que no caben en el ámbito racional de la historiografía, sino, en todo caso, en el irracional de la fe y mitología. Pero sin la creencia en la resurrección de Jesús es imposible entender el nacimiento del cristianismo, cuya predicación se centraba en el anuncio de la venida del Reino de Dios, esencialmente futuro, cuyo establecimiento incluía la idea de un juicio escatológico que implicaba la salvación de unos y la condenación de otros.
El evangelio de Lucas, ante el retraso inexplicable de la llegada del Reino, pone en boca de Jesús a posteriori las siguientes palabras (17:20-21): "Los fariseos le preguntaron cuándo vendrá el Reino de Dios. Jesús les respondió: El Reino de Dios no viene de manera que se pueda observar, ni se dirá: Aquí está, o Allí está. Porque el Reino de Dios ya está entre ustedes". Resulta que, por arte de la magia del relato, no hay que esperar la materialización del Reino de Dios, ese desesperado Venga a nosotros tu Reino, sino que ya está aquí, aunque a ojos vistas brille por su ausencia.
En lugar de la llegada del Reino, lo que se ha producido, a medida de que se retrasaba la
Venida y el fin del mundo consiguiente, es la creación e
institucionalización de la Iglesia, una institución como otra cualquiera, como el Estado, por ejemplo.
Del mismo modo, no habría que esperar que se produzca la parusía de Jesús, sino que, podríamos decir, ya se ha producido, como todos los años por estas mismas fechas pascuales, que vuelven año tras año, periódicamente, en que se celebra la pasión, muerte, resurrección y ascensión a los cielos, aunque, como decía aquel villancico inolvidable hay algo que vuelve pero también algo que no vuelve: "La nochebuena se viene, / la nochebuena se va; / y nosotros nos iremos / y no volveremos más".