El pasado 29 de junio la ministra de Defensa y el Jefe de Estado Mayor del Ejército de Tierra del Reino de las Españas presidieron la celebración de la quincuagésimo novena edición de los Premios Ejército 2023, que tuvo lugar en la EGE (Escuela de Guerra (sic, literal, así se llama) del Ejército de Tierra) en los Madriles.
Según la presentadora, la EGE es un "centro docente militar de perfeccionamiento donde se imparten enseñanzas correspondientes a las especialidades complementarias y los cursos de más alto nivel del Ejército de Tierra".
Omitimos por delicadeza, como siempre que podemos, los nombres propios de la ministra, del JEME y del resto de la cúpula del ejército por insignificantes o poco significativos. Lo importante no es la persona que ocupa el cargo, sino el cargo que ocupan las personas y a ellas las ocupa: los nombres propios vienen y van, los cargos permanecen: principem mortalem, rem publicam aeternam esse.
Alumnos a las puertas de la Escuela de Guerra del Ejército
Esta gala militar, que se celebra todos los años desde 1945, cuyo objetivo es propiciar la "creación artística y literaria" referida a las Fuerzas Armadas, así como el conocimiento y divulgación de lo que llaman 'cultura de Defensa', suele pasar sin pena ni gloria para la sociedad civil, pero este año se ha producido un hecho singular que ha dado la vuelta a la tortilla porque, como veremos, les ha salido el tiro por la culata, ridiculizando la citada cultura defensiva que resulta al final ofensiva porque ofende al sentido común al mostrarla tal y como es, lo que ha indignado a algunos militares y ex militares como han manifestado en las redes sociales por la rechifla que suponía del propio estamento militar del que forman parte.
Algunos han hablado de "vergüenza, ridículo, deshonra, esperpento...". ¿De qué demonios se trataba? Pues de un número de ballet de una coreógrafa, actriz y bailarina, muy conocida en sus círculos íntimos, en la que ocho bailarines y bailarinas, ataviados y ataviadas con uniformes reglamentarios del ejército español con la enseña nacional, portando armas invisibles, hacían sin querer una parodia de la instrucción militar, ridiculizando la milicia.
No sonaron de fondo los acordes rimbombantes de una marcha marcial de música militar ni la fanfarria de un himno de ardor guerrero, sino una conocida canción pop del cantante negro que quiso ser blanco, Michael Jackson, acusado de pederastia, que acabó suicidándose probablemente con una sobredosis de barbitúricos. El tema, poco marcial, se titulaba They Don't Care About Us, lo que en román paladino quiere decir “No se preocupan de nosotros” o “No les importamos en absoluto”. El título de esta canción alude en particular a la policía y, en general, a las fuerzas armadas, y la letra habla contra la brutalidad de dicho gremio, habiendo adquirido relevancia a raíz de las protestas de BLM “Black Lives Matter”.
Sin duda a la mayoría de los presentes, tras los aplausos finales de rigor, les pareció que la puesta en escena de aquel ballet era poco, por así decirlo, seria, nada solemne ni apropiada para la celebración de los premios de las Fuerzas Armadas, por lo que podía resultar y de hecho así lo creyeron algunos una ridícula pantomima surrealista que a fuerza de imitar la realidad de la disciplina militar y la formación e instrucción de una tropa mercenaria o masa obediente que cumple al unísono órdenes ejecutivas, acababa ridiculizándolas y haciendo una sátira que quizá no pretendía serlo, un número en definitiva contraproducente.
La coreografía, como puede apreciarse en el vídeo adjunto, no tiene desperdicio: armas imaginarias invisibles, órdenes ejecutivas (¡Firmes, ar!), pasos marciales, piruetas y danza modernista.
Puede compararse la susodicha coreografía militarista con la de They don't care about us, un vídeo que ofrece una aceptable traducción al castellano de la letra de la canción, y se entenderá el cabreo no buscado de algunos militares.