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domingo, 25 de mayo de 2025

La soledad de la cariátide

    Estuve buscando en el British Museum londinense, templo que es símbolo de la rapiña del Imperio Británico y de todos los imperios que en el mundo han sido, a la muchacha de larga y gruesa trenza portadora de una cesta en la cabeza, la canéfora de la Caria. 
 
    Los templos de las musas como este, so pretexto de albergar y conservar obras de arte como esta, lo que hacen es desterrarlas de su lugar de origen y arrinconarlas en una sala cualquiera, privándolas de su función y de su vuelo, con el afán del coleccionista que caza mariposas, las clasifica como "lepidópteros" y las atraviesa con un alfiler, matándolas de este modo para siempre. 
 
    Al fin la encontré, tras mucha, larga y laboriosa búsqueda. Nadie había sabido darme razón de su ubicación. No estaba con los frisos del Partenón, ni con las muestras de escultura griegas y romanas, sino en un rincón de la sala dedicada a la arquitectura, detrás del templo de las Nereidas, donde pasaba desapercibida casi para todo el mundo, que ni siquiera se paraba a hacerse una foto con ella. 
 
 
Cariátide del Museo Británico
 
    Estaba sola, y, no hace falta decirlo, triste, muy triste por su soledad y abandono. Ella, que durante siglos había soportado con orgullo el desafío del tiempo y la intemperie con sus cinco hermanas, las cariátides que sostenían el peso del templo de Erecteo, en lo alto de la mismísima acrópolis de Atenas, como castigo por la traición que su ciudad hizo a la causa griega, había sido trasladada en 1816, hace ya más de doscientos años, al Museo Británico con los otros mármoles de lord Elgin, a fin de conservarla mejor y librarla, decían, de la corrosión que sufrirían al aire libre sus hermanas. 
 
    El templo de Erecteo fue construido entre los años 421 y 406 a. de C. Fue decorado con seis estatuas femeninas de 2,30 meros de altura, llamadas Cariátides. El templo sufrió con el correr de los años varias desgracias, pero el mayor atentado sin duda de todos lo perpetró paradójicamente Lord Elgin con la pretensión de evitar males mayores. 
 
    Las seis hermanas habían permanecido unidas durante 2.300 años hasta que en 1802 una de ellas fue separada del resto por el lord inglés junto con otras muchas piezas históricas monumentales de la acrópolis de Atenas. Después de lo cual, cuenta la leyenda que las hijas de mármol lloraban todas las noches lamentando el secuestro de su hermana. 
 
    Se cuenta también que cuando los obreros llevaban la estatua al puerto de El Pireo, oían sollozos procedentes del interior del embalaje, por lo que alguno decidió dejarlo en el suelo y se negó a tocarlo otra vez. 
 
 
    Hoy cinco cariátides están en el Museo de la Acrópolis de Atenas, mientras la sexta permanece en el Museo Británico de Londres, todavía con su billete de ida sólo en las manos. Las seis que fotografían los ilusos turistas sosteniendo el entablamento del templo de Erecteo en la acrópolis no son originales, sino réplicas. Grecia ha solicitado en muchas ocasiones al gobierno británico la devolución de los mármoles griegos, pero todos esos esfuerzos han resultado baldíos hasta la fecha. 
 
    El llanto de la sexta hija de mármol todavía resuena en los oídos de los griegos: Devolvedme a casa, devolvedme a mis hermanas, liberadme. No pertenezco a aquí, soy griega. 
 
Cariátide original, museo de la acrópolis (Atenas)
 
     El nombre de Cariátide, en efecto, es el gentilicio femenino de la ciudad de Caria, en el Peloponeso, ciudad que hizo defección de Grecia y apoyó la invasión persa durante las guerras médicas, cuyas mujeres fueron reducidas a la esclavitud y condenadas a soportar la pesada carga de la falta de libertad, por lo que son el símbolo de esa servidumbre femenina. 
 
    Así lo cuenta Vitrubio en su tratado de arquitectura (Libro I capítulo I, 5)  Caria, ciudad del Peloponeso, conspiró contra Grecia pasándose al bando de los persas, enemigos de los griegos. Posteriormente los griegos, al librarse heroicamente de la guerra merced a su victoria, declararon de común acuerdo la guerra a los carios. Así pues, una vez tomada la plaza, pasados a cuchillo los varones y arrasada la ciudad, redujeron a la esclavitud a sus matronas, y no permitieron que se desprendieran de sus estolas ni de sus distintivos matronales, de modo que no fueran llevados juntamente con la ceremonia triunfal sino que se viera que, agobiadas por tan grave ultraje, pagaban su culpa por la ciudad con el ejemplo imperecedero de su esclavitud. Por ello los arquitectos que hubo entonces diseñaron en los edificios públicos unas estatuas de ellas, colocadas de forma que soportaran su peso, con el fin de transmitir a la memoria de los venideros el castigo impuesto por el delito de los carios. 


sábado, 13 de julio de 2024

Contra el espectáculo del deporte y las olimpiadas

     ¿Qué beneficios nos reportan a nosotros, a ti, a mí, vulgares telespectadores o radioyentes, a cualquiera, los oros o bronces o los triunfos, en general, de nuestros más sobresalientes deportistas nacionales? ¿Qué nos importa que la Roja, que es como llaman los hinchas a la selección española de balompié, gane o pierda un partido por goleada o en la prórroga? ¿Acaso no rendimos un culto rayano en el fanatismo religioso a algunos deportistas por haber llegado a ocupar el puesto más alto en sus respectivas disciplinas?  ¿No celebramos los triunfos de “nuestros” deportistas como si fueran propios nuestros y como si nos fuera la vida en ello? ¿En qué van a invertir los falsos fondos de su ilusión tantas personas que ahora se arrellanan frente al electrodoméstico a la hora que sea cuando concluya la retransmisión de la Eurocopa, que es lo que toca ahora, antes de las olimpiadas que vendrán irremediablemente después, y el inmundo tráfago de noticias que generan? 

  ¿Qué sacamos de provecho, aparte de pasar el rato y matar el tiempo, como suele decirse, y de distraernos de algunas preocupaciones? Nadie pone en duda la importancia de la práctica del deporte; la objeción surge cuando lo que se fomenta no es dicha práctica, sino la contemplación del espectáculo deportivo, es decir, nuestra reducción al mero papel de espectadores pasivos. Al Poder le interesa muchísimo ya desde muy antiguo que sus súbditos “permanezcan bien atentos a la pantalla”, para que se distraigan de los tejemanejes políticos, a fin de que no piensen por sí mismos y no sean conscientes de la alienación en la que viven y de la manipulación mediática que sufren.

    Ellos, me refiero a los mandamases, no lo reconocen así de claro; ellos dicen que es de vital importancia el "made in Spain"; la exportación de “la marca España”, no se sabe muy bien a dónde ni para qué, si no es para exacerbar el nacionalismo más cavernícola. La apabullante información deportiva que padecemos sólo sirve para dar la sensación de que pasan cosas en el mundo, cuando todos sabemos que en realidad no pasa nada de lo que tenía que pasar de verdad.

    Pero ¿no sería más útil, me pregunto yo después de leer el texto de Vitrubio que propongo más abajo, que diéramos más importancia, por ejemplo, a los filósofos y pensadores, a los escritores y, en general, a los intelectuales y artistas, cuyas obras nos ayudan a mejorar por nosotros mismos ejercitando nuestras mentes e inteligencias,  comprendiendo un poco mejor el mundo en el que malvivimos, así como cultivando nuestra sensibilidad, objetivos de los que quieren alejarnos, precisamente, los gobernantes democráticos fomentando el espectáculo del deporte como parte fundamental de la sociedad del espectáculo en este mes vacacional?

    El fragmento de Vitrubio que presento es el comienzo del libro IX de su obra De Architectura. Suena más el nombre de este autor por el célebre dibujo que hizo Leonardo da Vinci, conocido como “El hombre de Vitrubio”, para ilustrar el canon de las proporciones del cuerpo humano que formula este arquitecto de la antigua Roma en otro punto del mismo tratado arquitectónico.

A los atletas famosos que habían ganado en los juegos olímpicos, los píticos, los ístmicos o los de Nemea (1), los antepasados de los griegos les rindieron tan grandes honores que no sólo se llevaban los laureles con la palma y la corona al alzarse ante su público, sino que también cuando volvían a su patria con la victoria, eran conducidos en cuadrigas como generales triunfadores hasta las murallas de sus ciudades de origen, y disfrutaban de por vida de una pensión tributaria a cargo del Estado.  
  
Así pues, cuando lo pienso, me asombra que no se hayan atribuido los mismos y aun mayores honores a los escritores, que prestan a todas las naciones infinitos servicios a lo largo del tiempo. Pues sería más digno que así se estableciera, ya que los atletas fortalecen sus propios cuerpos con sus entrenamientos, pero los escritores no sólo fortalecen su propia inteligencia, sino también la de todos, cuando en sus libros para aprender y agudizar los ingenios disponen sus enseñanzas.  
 
Pues ¿qué provecho tiene para la humanidad el hecho de que Milón de Crotona (2) nunca fuera derrotado, o los demás, que fueron campeones en tal estilo, a no ser que, mientras estuvieron vivos, disfrutaron de gloria entre sus compatriotas? Pero las enseñanzas de Pitágoras, Demócrito, Platón, Aristóteles (3) y otros pensadores, elaboradas a diario con sus constantes desvelos, no sólo proporcionan unos frutos nuevos y provechosos a sus compatriotas, sino también a todo el mundo. Quienes gracias a ellas se alimentan desde sus tiernos años con la abundancia de sus conocimientos obtienen los mejores sentidos de la sabiduría, enseñan a los estados costumbres humanas, derechos justos, leyes, sin las que ninguna ciudad puede mantenerse a salvo.

Por lo tanto opino que, ya que tan grandes beneficios nos han sido otorgados a los hombres privada- y públicamente por la previsión de los escritores, no sólo es oportuno otorgarles palmas y laureles, sino también concederles desfiles triunfales y considerarlos dignos de culto en los templos de los dioses.

 (Marco Vitrubio, De Architectura, Libro X, 1)
(1)  Aunque los juegos griegos más famosos son los que se celebraban en Olimpia cada cuatro años,  restaurados en el siglo XX y que seguimos padeciendo en el XXI, por el impresentable barón Pierre Fredy de Coubertin, otras ciudades griegas como Delfos, Corinto o Nemea organizaban sus propias competiciones deportivas periódicas.
(2)   Milón de Crotona: Uno de los atletas más legendarios del mundo antiguo, “el más ilustre de los atletas” según Estrabón, fue coronado como vencedor en lucha libre en Olimpia no menos de seis veces. Nacido en el sur de Italia, donde Grecia tenía tantas colonias, Milón ganó el certamen de lucha infantil en el 540 a. C. Volvió ocho años después para ganar el primero de sus cinco consecutivos títulos de campeón, proeza que parece increíble según los modernos cánones. Rara vez han competido nuestros modernos deportistas olímpicos en más de dos o tres olimpiadas durante el trascurso de su carrera.
(3)  Cita Vitrubio, a título de ejemplo, a cuatro filósofos griegos: a los presocráticos Pitágoras y Demócrito, y a los postsocráticos Platón y Aristóteles. En el fresco de la capilla Sixtina que pintó Rafael conocido como La Escuela de Atenas,  Platón (para el que se inspiró en Leonardo, según parece)  y Aristóteles ocupan los lugares centrales (1 y 2 respectivamente), mientras que el matemático Pitágoras se encuentra tomando notas a la izquierda (número 7). No se ha identificado a Demócrito de Abdera, el filósofo atomista. Sólo hay una mujer, Hipatia de Alejandría (número 5), y el propio pintor, Rafael, se incluyó en su fresco en la esquina derecha (número 20).