El 6 de diciembre se celebra en muchos países del hemisferio norte el día de San Nicolás, cuya leyenda se pierde en la noche brumosa de los tiempos.
Santo protector de los niños, los estudiantes, las doncellas -enseguida se verá por qué-,
los marineros y los comerciantes, y, durante la Edad Media, considerado también
el patrón de los ladrones, por la íntima relación existente entre el latrocinio
y el comercio, donó según una de las muchas leyendas generosamente el ajuar a
las tres hijas de un pobre hombre que, incapaz de darles una dote económica,
estuvo a punto de prostituirlas, historia que dio origen al simpático viejo barbudo
que aporta regalos y que, según los países, recibe distintas denominaciones: Father Christmas, Père Noël, Babbo Natale, y en España y otros países de habla hispana, a más de Viejo o Viejito Pascuero en Chile, se llamó Papá y la palabra francesa que significa Navidad: Noel.
Por eso en Holanda y Alemania, Sankt Nikolaus, o sea, San Nicolás lleva regalos a los niños el 6 de diciembre. En Estados Unidos, en cambio, el Sinkt Niklaas o Sankt Nikolaus o Sankt Klaus degenerará en "Santa Claus" y el 6 de diciembre se correrá hasta el 24 a fin de hacerlo coincidir con la Natividad de Jesucristo, o sea, con la Navidad. Asimismo, la aparatosa indumentaria de obispo con báculo, tiara, larga barba blanca, majestuosa capa y demás se transformará en una sencilla y patochesca combinación de gorro frigio, chaqueta y pantalón rojos, forrados de piel, dando así nacimiento a ese patético y exitoso engendro creado por Cocacola, que se introducirá furtivamente por las chimeneas y se alejará huidizo antes de que nadie lo haya podido descubrir.
El caso es que ese día pasa por las casas el obispo Nikolaus con
su terrible Libro Dorado, que es el Libro del Bien y del Mal, en el cual se
hallan consignadas todas las buenas y malas acciones de los niños.
Se supone que este día los niños se alegran de recibir en
sus casas, guarderías o escuelas la visita de San Nicolás, pero la realidad es
que esa fiesta se ha ido convirtiendo en una especie de pesadilla para no pocos de ellos. Los niños se
sienten atraídos y asustados al mismo tiempo por las figuras complementarias de
San Nicolás y de su fiel y terrible lacayo Ruprecht, que temen tanto como
desean, debido al ritual del Libro Dorado sobre el que gira la visita.
San Nicolás abre su inmenso Libro Dorado y empieza a leer y
enumerar las buenas y malas acciones (sobre todo las malas) que ha cometido
cada niño durante el año transcurrido desde su última visita. Si las buenas
acciones predominan, el niño recibirá frutas, principalmente mandarinas, que
son frutos de invierno, nueces, chocolates y otras golosinas y chucherías; si
no, será azotado implacablemente por el malvado Ruprecht, que agita ansiosamente su látigo
de múltiples lenguas.
Pero no temáis, queridos niños que leáis esto, si algún niño llega a leerlo, cosa que dudo. En el improbable caso de que hubiera alguno que sepa leer y lea, que no tema. Cuando lleguen el viejo
Nikolaus y su siervo Ruprecht a vuestra casa y abran el Libro Dorado,
descubrirán para su asombro y vuestro alborozo que todas sus páginas donde
deberían figurar vuestras malas y buenas acciones están en blanco, que las
letras y sus manchas de tinta han huido de ellas como bandada de pájaros
asustados: el libro dorado está vacío, porque no hay acciones buenas ni malas,
porque vosotros, niños queridos que lleguéis a leer esto no sois ni buenos ni malos, sino
todo lo contrario: estáis, por mucho que os digan vuestros mayores, padres y maestros, más allá del bien y del mal, criaturas inocentes, libres de pecado.