Ya
el conservador Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) nos advertía en 1922, hace poco más
de cien años, sobre las terribles consecuencias de permitir que la
autoridad científica dicte las ordenanzas sociales y políticas, y criticaba las
implicaciones éticas ligadas a la idea de "mejorar" la
humanidad, lo que puede sernos útil en estos tiempos de tanto alarde
progresista. Se rebelaba así contra la tiranía de la Ciencia que ejerce
gubernamentalmente su dictadura, imponiendo su Credo
in unum Deum que se predica en las escuelas y que se impone aplicando multas y en
los casos más extremos penas de prisión a los herejes, tachados
despectivamente de aprendices de brujos, el credo que se proclama no
en sermones sino en estatutos y reales decretos y decretos-ley a
través en nuestras Españas del Boletín Oficial del Estado y sus
diecinueve boletines autonómicos subsidiarios, un credo que,
basándose en la teoría de la evolución, había llevado a proclamar
la locura de la eugenesia contra la que se sublevaba.
Caricatura de G. K. Chesterton.
Escribía Chesterton: El Materialismo es realmente
nuestra Iglesia establecida; pues el Gobierno realmente la ayudará a
perseguir a sus herejes. La vacunación, en sus cien años de
experimentación, ha sido casi tan discutida como el bautismo en sus
aproximadamente dos mil años. Pero a nuestros políticos les parece
bastante natural imponer la vacunación; y les parecería una locura
imponer el bautismo.
Interesantes
los paralelismos que trazaba entre la vieja Iglesia y la nueva, y
entre la vacunación obligatoria que impone la política sanitaria de
nuestro tiempo, que pretende salvar vidas de la muerte, y la política
religiosa de las aguas del bautismo, que pretendía salvar almas,
inmortales como eran, de la condenación eterna a los suplicios del
infierno.
Por
eso, elija la Paloma, o sea el Espíritu Santo, democráticamente al Papa
que elija, ya sea progresista o retrógrado, va a equivocarse: la
elección, cualquier elección, por muy democrática que sea, es errónea
porque ya está tomada, porque sólo se cuestiona su orientación, no su
existencia. Y
cuando queda vacante la sede, corren enseguida a elegir nuevas
posaderas que se asienten en ella, no vaya a ser que quede horro el trono pontificio.
Pero
salga lo que salga de la encerrona vaticana, la paloma se habrá
equivocado. Tendremos Papa, seguiremos con el pontificado a cuestas y
con la vieja institución que el Jesús histórico nunca pretendió fundar, y
que sus seguidores cristianos crearon en su nombre. Ya lo intuyó, de
alguna forma, el poeta Rafael Alberti en su poema La Paloma (1941):
Se equivocó la paloma, /
se equivocaba. /
Por ir al norte, fue al sur, /
creyó que el trigo era el agua.
/ Creyó que el mar era el cielo,
/ que la noche la mañana. /
Que las estrellas, rocío,
/ que la calor, la nevada. /
Que tu falda era tu blusa
/ que tu corazón, su casa.
/ (Ella se durmió en la orilla, /
tú en la cumbre de una rama).