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martes, 17 de junio de 2025

¡Esto es la guerra!

    Publicaba el pasado 14 de junio el filósofo italiano Giorgio Agamben un billete breve titulado “El estado y la guerra” en su página habitual, que reproduzco traducido aquí por el interés de hacernos ver cómo las guerras que se llevan a cabo en el mundo en la actualidad no son más que el resultado de la puesta en funcionamiento de las maquinarias de guerra que llamamos Estados:  
 
    "Lo que llamamos Estado es, en última instancia, una máquina de hacer la guerra y, tarde o temprano, esta vocación constitutiva termina por emerger más allá de todos los propósitos más o menos edificantes que pueda darse a sí mismo para justificar su existencia. Esto es hoy particularmente evidente. Netanyahu, Zelenski, los gobiernos europeos persiguen a toda costa una política de guerra para la que sin duda pueden identificarse propósitos y justificaciones, pero cuyo motivo último es inconsciente y descansa en la naturaleza misma del Estado como máquina de guerra. Esto explica por qué la guerra, como es evidente en Zelenski y en Europa, pero como también es cierto en el caso de Israel, se persigue aun a costa de la posible autodestrucción propia. Y es vano esperar que una máquina de guerra pueda detenerse ante este riesgo. Proseguirá hasta el final, sea cual sea el precio que tenga que pagar".
 
  
    Mucho antes que Agamben, Randolph Bourne (1886-1918), escribió un lúcido ensayo contra la guerra cuyo título en forma de aforismo lo decía todo: War is the Health of the State. Fue redactado en 1918, encontrado entre sus papeles y publicado a título póstumo en 1919. Es un texto inacabado, concebido como la primera parte de un libro más amplio titulado: The State:   La guerra es la salud del Estado. 
 
    Antes que Bourne lo había dicho Heraclito de Éfeso: la guerra es el padre de todo (o si se prefiere 'la madre', porque pólemos, que es el nombre de la guerra en su lengua, tiene género gramatical masculino mientras que en la nuestra es femenino), y el rey o régimen de todo, que a unos hizo libres y a otros esclavos, estableciendo la principal diferencia de clases sociales en la antigüedad, pero también hombres y mujeres, niños y adultos, jóvenes y viejos, para que nos enfrentemos los unos con los otros.
 
    Hay una fábula moderna y anónima por lo que a mí se me alcanza que cuenta que unas hormigas rojas y otras negras convivían en paz y armonía -todas eran hormigas- hasta que un día una mano negra agitó con un palo el hormiguero. Las hormigas rojas creyeron que habían sido las negras y las negras que habían sido las rojas las que habían provocado la conmoción, y se enfrentaron entre sí hasta destruir el hormiguero por completo y aniquilarse las unas a las otras. La mano negra había sembrado la división y creado un enemigo que antes no existía y había desatado la guerra dentro de una comunidad que había vivido en paz, cuando había sido ella la que había provocado la destrucción del hormiguero a la que habían colaborado las propias hormigas creyéndose enemigas las unas de las otras...  
 
    Alguien o algo más bien había hecho que las hormigas tomaran conciencia de que, a pesar de ser todas lo mismo, unas eran "rojas" y otras "negras", descubrimiento que hizo que surgiera el concepto de raza y agitó su convivencia haciendo que se enfrentaran las unas a las otras y se consideraran enemigas hasta el punto de declararse mutuamente la guerra y exterminarse. En realidad, el verdadero enemigo de unas y otras era la noción de raza que habían adquirido, que era lo que había sacudido el hormiguero y sus conciencias. La moraleja, innecesaria por otra parte, de esta fábula es que el conflicto no nace de una fuerza externa que  manipula a las hormigas haciéndolas enfrentarse, sino de la conciencia que tomaron. 
 
 
    El Estado, en efecto, se sirve de la guerra para extender su dominio sobre otros Estados y para, como escribirá Agamben, convertir en su seno el Estado de Excepción en la regla, y en hacer del campo de concentración su realización más cumplida.  De Bourne dábamos cuenta en La guerra saludable del Estado  y, sobre todo, en El Estado es la guerra (Bourneana), donde se recogían algunas de sus formulaciones más agudas. Conviene releerle en estos tiempos que son los mismos que los suyos por aquello de que hoy es siempre todavía.

jueves, 1 de mayo de 2025

Pareceres LXXIV

361.- El origen de la guerra. Si el coño, como sugiere el cuadro de Gustave Courbet (1819-1877), es el origen del mundo, no deja de ser también y por ello mismo el origen de la guerra, que es tan vieja como el mismo mundo, y que es la madre de todas las cosas en las lenguas romances como la nuestra -o el padre en aquellas en las que la palabra es de género masculino, como el griego antiguo (ho pólemos) o el alemán moderno (der Krieg). Ya el poeta Horacio dejó escrito aquello de que antes de que Hélena se convirtiera en casus belli de la primera guerra mundial literaria occidental de la que tenemos registro escrito, la de Troya, la mujer había sido objeto de otras guerras (Nam fuit ante Helenam cunnus taeterrima belli / causa). El poeta no dice la mujer, sino el "coño", literalmente aludiendo al todo con la mención de la parte. Y no había sido un motivo de guerra cualquiera, sino uno muy sangriento y cruel. La artista francesa contestataria que se hace llamar Orlan (1947-...) ha parodiado el lienzo de Courbet al menos en dos ocasiones mostrando una verga en erección y titulando su obra, precisamente: El origen de la guerra a fin de criticar la falocracia patriarcal. No es una verga en estado de reposo, sino arrecha, la que quiere poseer ese coño que origina el mundo, y que sería el origen de la guerra. 
 
 
362.- Bancos públicos unipersonales. El viajero que ha estado en Helsinki vuelve contando que la capital danesa es una ciudad preciosa, y que ha visto cosas que no había visto hasta entonces y que lo han entristecido como los bancos individuales donde los viejecitos que se sienten no van a poder hablar con nadie más que consigo mismos, solos como están y como se sienten y se sientan, unos bancos donde no podrá echarse a dormir ningún indigente o vagabundo que no tenga techo ni catre en que yacer. No deja de ser una arquitectura hostil, cada vez más individualista. Los bancos públicos individuales te ahorran, además, tener que mirar a otra persona que se siente en ellos, porque miran en direcciones diferentes. Al parecer, ha contado el viajero, también hay bancos para parejas, donde caben dos personas, porque dos se hacen compañía, pero no tres porque ya son, como dice el refrán, una multitud. 
 
 
363.- Contenedores policiales. Se han instalado, según las noticias que me llegan, en algunos puntos de la geografía nacional contenedores de basura digitales que para abrirse y permitirnos depositar nuestros residuos reciclables nos piden al modo policial previamente que nos identifiquemos. Un paso más hacia el estado totalitario que soñó Órgüel y que personificó con la metáfora del Big Brother, Gran Hermano o Hermano Mayor. La gente que va a tirar la basura y se encuentra con estos engendros se pregunta, como es natural: ¿Por qué y para qué tengo yo qué identificarme al ir a tirar la basura, que es una cosa que suelo hacer una vez cada día? ¿Por qué voy a ceder mis datos particulares de horarios, veces que abro el contenedor al ayuntamiento o a la empresa que gestiona la recogida y procesamiento de los residuos? Estos contenedores digitales son contraproducentes porque puede suceder que al estar permanente cerrados la gente deposite los residuos fuera. La identificación debe hacerse con tarjeta física, aconsejable para los mayores (se aprieta el botón y se arrima la tarjeta al visor, se oye una señal acústica y entonces se procede a abrir el contenedor y a depositar la basura), o se puede hacer con la aplicación del móvil, aconsejable para los jóvenes, o con el código de lectura rápida QR. A partir de ahora, dice la publicidad de este vídeo en catalán, que se entiende sin mucho problema, reciclar va a ser más que fácil, va a ser refácil. 
 
 
364.- Una temporada en el infierno. Publicaba Giorgio Agamben un bello texto el pasado 8 de marzo titulado Allegoria della politica, en el que decía, entre otras cosas: Todos estamos en el infierno, pero algunos parecen pensar que no hay nada más que hacer aquí que estudiar y describir minuciosamente a los demonios, su horrible apariencia, sus comportamientos feroces, sus tramas traicioneras. Y añadía: (La verdadera política) comienza en primer lugar con saber dónde estamos y que no se nos da escapar tan fácilmente de la máquina infernal que nos rodea. Para concluir: Del bien sabemos poco y no es un tema que podamos profundizar; del mal solo sabemos que fuimos nosotros mismos los que construimos la máquina infernal con la que nos atormentamos. Tal vez una ciencia del bien y del mal nunca ha existido y de todos modos aquí y ahora no nos interesa. El verdadero conocimiento no es una ciencia, es más bien una salida. Su lectura me ha traído a la memoria aquella seguiriya gitana que escribió, creo, algún antepasado: Perdido no busco / ningún paraíso, / solo quiero, mi vida, escapar de este / infierno maldito
 
365.- El rearme o salto tecnológico en defensa. El embeleco de la Unión Europea con sus 27 Estados presuntamente soberanos, en realidad vasallos feudales, de los que muchos no son más que trocitos de territorios -estatículos, fruto del desmembramiento de antiguos estados o imperios- que partieron los ganadores de las últimas guerras, o ciudades que son paraísos fiscales (Malta, Bulgaria, Rumanía, Letonia, Lituania, Estonia, Croacia, Estonia, Eslovaquia, Chequia, Luxemburgo), votan democráticamente apoyar las decisiones de la Comisión Europea que regenta la aristócrata teutona que adquirió diez dosis para cada europeo favoreciendo en aquella ocasión a la industria farmacéutica y ahora a la armamentística, a fin de cuentas todo, tanto lo uno -vacunas- como lo otro -armas- mueve capital. La Unión Europea aprueba gastar una millonada de euros (digitales o no, da igual: euros son y son un potosí) en armamento, en el rearme o “salto tecnológico en defensa”, según terminología políticamente correcta del jefe del ejecutivo español, que ha cacareado haciendo pedagogía: “Tenemos que hablar de otra manera, dirigirnos a nuestros ciudadanos de otra manera cuando hablamos de la necesidad de mejorar la seguridad y las capacidades de defensa europeas”. España, miembro de dicha Unión, se muestra conforme y aportará sus milloncejos a la hucha común. Españolitos que venís al mundo, os guarde Dios. Preparáos para subvencionar la III Guerra Mundial y para participar en ella. En ese festín vais a ser comensales y también pitanza: Entre tanto id haciendo acopio de suministros para cuando seáis llamados a filas y para cuando se produzca el próximo apagón o blackout en la lengua del Imperio. 

lunes, 23 de diciembre de 2024

Un reino que no es de este mundo

Hay un texto precioso de Giorgio Agamben, Sulle cose che ci-non-sono, publicado el 3 de junio de 2024, que resulta muy sugerente. Puede leerse traducido al castellano en Ficción de la razón. La traducción no es muy buena, no por nada en particular, sino porque es muy difícil dado que Agamben utiliza un juego de palabras que no es exportable al castellano distinguiendo entre : cosas que (en este mundo) "non ci sono", y "ci-non-sono" ("ci sono" es la forma de decir "hay" en plural en italiano (literalmente "aquí están", como en inglés "there are"), y "non ci sono", de negarlo, como "there are not"), pero Agamben retuerce el lenguaje y propone "ci-non-sono", literalmente "aquí-no-están", un retruécano difícil de traducir. En él se pregunta el filósofo italiano si hay en este mundo algo que no es de este mundo. Y la respuesta que da es que sí, y que esas cosas son precisamente las de más valer. 
 
Una de sus formulaciones más atinadas es que qualcosa possa esse vero senza esistere nel mondo 'algo pueda ser verdad sin existir en el mundo'.  Remite obviamente a la frase de Jesús ante el prefecto romano Poncio  Pilato perplejo de “mi reino no es de este mundo”, un reino del que él es rey. 
 
De los cuatro evangelistas, es el cuarto evangelio, el de Juan el que presenta a un Jesús que dialoga con Poncio Pilato. Es probable, señala Antonio Piñero, que en el interrogatorio Pilato le preguntara a Jesús si se consideraba el mesías o rey de los judíos, pero la famosa frase de “Mi reino no es de este mundo” (Juan, 18, 36) quizá no la pronunció nunca Jesús realmente, dado que se trata de una espiritualización del reino de Dios propia de la teología posterior al nazareno. 
 
Tampoco parece muy histórica la continuación del diálogo: “Le preguntó entonces Pilato: “Luego, ¿tú eres rey?”. Contestó Jesús “Tú lo estás diciendo, yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio en favor de la verdad. Todo el que pertenece a la verdad escucha mi voz”. Le dice Pilato: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18, 37-38).
 

 Cristo y Pilatos, Nikolai Ge (1890)
 
Parece, concluye Piñero, que el lenguaje y las ideas son más propias  del evangelista que del personaje histórico.  También parece poco verosímil que Pilato declarara inocente a un Jesús que había actuado de modo peligroso para el Imperio, por lo que los episodios del lavado de manos y el sueño de su mujer declarando a Jesús inocente parecen dramatizaciones narrativas por parte del evangelista.  
 
Pero al margen de la historicidad de esa frase, habría, según esta formulación, un conjunto de cosas que no son de este mundo, que remiten a otro inexistente, un reino donde no hay súbditos, donde cada uno es rey, pero que a su vez nos exige que demos testimonio de su verdad en este mundo. 
 
Recoge Agamben una formulación a otro propósito de Furio Jesi extraída de su libro "Il tempo della festa" (2013) que dice que hay cosas en este mundo que no son de este mundo: «no hay fe más exacta hacia "otro mundo" que-no-es (ci-non-è) que la declaración de que tal "otro mundo" no es (non è)».
 
Es entonces cuando surge la pregunta de Pilato que sigue resonando todavía dos mil años después sin respuesta ninguna: ¿Qué es la verdad? Jesús permaneció callado. En latín la pregunta era: Quid est ueritas? A alguien cuyo nombre desconocemos se le ocurrió hace mucho tiempo que la respuesta estaba en la misma pregunta, alterando el orden de los fonemas como si se tratara de un anagrama: La respuesta sería est uir qui adest ('es el hombre que está presente ante ti').
Ese reino, aunque no lo parece, está aquí y ahora, irrevocablemente, en el presente. Se plantea la dicotomía entre lo que existe (la realidad, lo que es lo que es, que no es todo lo que hay) y lo que hay pero que está fuera de la realidad, entre el reino de este mundo, que no puede ser porque precisamente ya es, y el que no es de este mundo y por lo tanto no pertenece a la historia, pero por eso mismo puede ser.
 
¿Cómo interpretar esto? Amador Fernández-Savater lo relaciona con el “concepto de "bidimensionalidad" de Marcuse. Y escribe: “está lo que hay, está lo que podría haber. Están los hechos, los objetos, los productos, los signos; están también las potencias, las potencialidades, los procesos, las intensidades. Se trata de aprender a vivir en dos dimensiones a la vez, lo que hay y lo que podría haber, en cualquier situación que habitemos, sin dejarnos encerrar en una “unidimensionalidad" cualquiera, en el juicio de Pilato”.
 
 
Cristo ante Pilato, Duccio (1308-1311)
 
Giorgio Agamben deduce de esta constatación la idea de cambio social, y propone la revuelta frente a la revolución, una revuelta que no se basa en la fe en un final feliz, en que todo va a ir bien, sino en el rechazo de toda idea de un solo mundo, el rechazo de que la realidad, como diría Agustín García Calvo, es todo lo que hay y que no hay más cáscaras. Frente a eso propone el italiano la revuelta como apertura y disponibilidad a otro mundo, lo que me recuerda a mí a aquella proclamación de Buenaventura Durruti de que "llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones".

miércoles, 30 de octubre de 2024

Chomsky enmudece

    Al filósofo y lingüista norteamericano Noam Chomsky no se le perdona que viva tanto como está viviendo, ya que si se descuida va a llegar a centenario, así que ya le tienen preparado el obituario preventivo. Se le dio por muerto este verano, recuérdese, y tuvo que salir a desmentirlo su mujer. Simplemente, había sufrido un ictus -¿fruto de la vacuna?- y, dado de alta del hospital, y a raíz de eso, sabemos ahora, ha perdido la capacidad de hablar y escribir que hasta ahora había tenido, lo que aprovechan algunos para sacar a relucir algunos de sus descubrimientos más interesantes en forma de máximas o aforismos. 
 
    Aquí ya hablamos en su momento de una de sus contribuciones más importantes a la crítica política: Fabricando el consentimiento. En la entrada  De cómo nos manipulan (apuntes pseudo-chomsyanos), dábamos cuenta de aquellas diez estrategias de manipulación en forma de píldoras breves que se le atribuyen y que él mismo reconocía que no había escrito nunca así literal- y sistemáticamente, aunque podían estar desperdigadas a lo largo y ancho de su vasta obra de libros y artículos periodísticos. 
 
 
    Pero Noam Chomsky, tan lúcido en sus análisis políticos, también cayó en la trampa que tantas veces había denunciado,  como escribíamos en ¿Chochea Noam Chomsky?. Cediendo al miedo ante la realidad de la falsa pandemia, creyó que había unos expertos, que en el nombre desinteresado de la Ciencia, iban a salvar a la humanidad de un virus presuntamente asesino.
 
    Ya Karl Marx nos había advertido en 1873 en el posfacio de la edición inglesa de El Capital de la imposición de falsos expertos o expertos interesados económicamente hablando: “Los investigadores desinteresados fueron sustituidos por espadachines (Schwertkämpfer) a sueldo y los estudios científicos imparciales dejaron el lugar a la conciencia turbia y a las perversas intenciones de la apologética”.
 
    Noam Chomsky, en mitad de la ominosa pandemia declarada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), se posicionaba claramente a favor de la narrativa oficial y de la gestión política que de ella se llevaba a cabo. Él, que con tanta lucidez había denunciado la fabricación de un enemigo (el comunismo, el terrorismo...) a la hora de manipular y gobernar a la gente, no veía ahora la imposición del virus como el enemigo imaginario que había que combatir en beneficio de todos. 
 
      Creyendo que la salvación era la milagrosa pócima cuya inoculación defendían los laboratorios farmacéuticos, llegó a proponer que había que aislar a los que se negaban a inyectarse el suero milagroso. Y no le dolían prendas a la hora de reivindicar el autoritarismo colectivo que tanto en otras ocasiones había denunciado sobre el derecho individual. ¿Para qué vamos a usar eufemismos? ¿Qué es el aislamiento de la gente que se rehúsa a ponerse un pinchazo sino el encarcelamiento o encierro?
 
   Durante la pandemia, Noam Chomsky se puso de parte de la narrativa oficial que defendía la dictadura sanitaria. Otros, muy pocos a la sazón, no dudaron en condenarla, por lo que fueron estigmatizados. Es lo que el Periódico Global, alias El País, hizo entre nosotros afirmando que un intelectual tan lúcido como Giorgio Agamben "naufragó en sus diatribas contra la pandemia".  Este es por ejemplo el titular que le dedicaba el periodista Braulio García Jaén en dicho periódico:  "El pensador italiano, autor de lúcidas obras sobre el abuso de la soberanía en democracia, naufragó en diatribas contra la gestión de la pandemia".
 
     Por un lado el citado medio progubernamental reconocía que muchas noticias e injusticias actuales se entendían mejor leyendo lo que Agamben escribió hace décadas -Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, su libro más importante y original, Medios sin fin, y Estado de excepción- como por ejemplo su visión de que el estado de excepción es la norma del poder político actual. Agamben desmonta el exterior de los Estados haciéndonos ver que, para el poder, el ser humano es nuda vida sin más derechos que los que el Estado tiene a bien reconocerle.

    Pero el periodista y el periódico susodichos, citando como autoridad a Juan Evaristo Valls-Boix, despachan a Agamben despectivamente afirmando que frente a la pandemia -y nos remiten de paso a una página terrorífica del propio diario, donde se dice que Italia registraba la cifra de muertos más alta de la crisis del coronavirus, 993 fallecidos durante un día, blindando el país y obligando a guardar cuarentena a quien viajase al extranjero- incurrió “en esa miopía que supone la literalidad sin contexto” (sic), a raíz del significativo artículo de Agamben titulado “La invención de una pandemia”, publicado el 21 de febrero de 2020, porque rebajaba la “supuesta” gravedad de la situación que ese periódico y la mayoría de los medios de conformación de masas agravaban exagerándola hasta la náusea.

martes, 11 de junio de 2024

La invención del enemigo

    Publicaba recientemente el infatigable Giorgio Agamben una breve pero sugerente columna titulada La invención del enemigo, en la que analizaba con su habitual lucidez por qué los países europeos han convertido a Rusia en su enemigo mortal. Así escribía:
 
    "Creo que muchos se han preguntado por qué Occidente, y en particular los países europeos, cambiando radicalmente la política que habían seguido durante las últimas décadas, decidieron de repente convertir a Rusia en su enemigo mortal. Una respuesta es, con toda seguridad, muy posible. La historia demuestra que cuando, por la razón que sea, fallan los principios que aseguran la propia identidad, la invención de un enemigo es el dispositivo que permite -aunque sea de forma precaria y, en última instancia, ruinosa- hacerle frente. Esto es precisamente lo que está ocurriendo ante nuestros ojos. Está claro que Europa ha abandonado todo aquello en lo que creía -o, al menos, en lo que creyó durante siglos: su Dios, la libertad, la igualdad, la democracia, la justicia. Si en la religión -con la que Europa se identificaba- ya no creen ni los curas, también la política ha perdido hace tiempo su capacidad de orientar la vida de las personas y de los pueblos. La economía y la ciencia, que han ocupado su lugar, no son en absoluto capaces de garantizar una identidad que no adopte la forma de un algoritmo. La invención de un enemigo contra el que luchar por cualquier medio es, a estas alturas, la única manera de colmar la angustia creciente ante todo aquello en lo que ya no se cree. 
 
    Y ciertamente no es prueba de imaginación haber elegido como enemigo al que durante cuarenta años, desde la fundación de la OTAN (1949) hasta la caída del Muro de Berlín (1989), ha permitido llevar sobre todo el planeta la llamada Guerra Fría, que parecía, al menos en Europa, definitivamente desaparecida. Frente a quienes se obstinan en tratar de encontrar de este modo algo en lo que creer, es necesario recordar que el nihilismo -la pérdida de toda fe- es el más inquietante de los huéspedes, que no sólo no puede ser domado con mentiras, sino que sólo puede conducir a la destrucción de quienes lo han acogido en su casa."
 
 

 
    Tratando de dar una respuesta a la pregunta de por qué Rusia es el enemigo de la Unión Europea, formula Agamben con sus palabras lo que se ha dado en llamar el teorema de Salustio, que consiste en agitar el metus hostilis o miedo a la amenaza de un enemigo exterior para garantizar la unidad interna, que Neal Wood definió en estos términos: El miedo a un enemigo externo promueve la cohesión social interna. Se asegura así aunque no sea de la mejor manera la propia identidad de la nación.

    Un adversario amenazante refuerza el sentido de identidad nacional, aumenta la cohesión social, disminuyen las divisiones raciales, políticas o económicas internas, y, en sentido contrario, en las épocas de bonanza puede peligrar el equilibrio, y cuando no hay un enemigo exterior, puede haber peligro de guerra civil porque cuando se disipan las amenazas exteriores parece que, como contrapartida, se amplían las divisiones internas. De ahí la necesidad que tienen los estados de crear deliberadamente un enemigo. Y de ahí también aquellas palabras del polítólogo ruso Georgy Arbatov dirigidas a los Estados Unidos de América tras el fin de la guerra fría y la caída de la Unión Soviética a finales del siglo XX: «Vamos a hacerles un daño terrible a ustedes. Vamos a privarles de su enemigo».
 
    Curiosamente un cuarto de siglo después del fin de la guerra fría, el tío Sam vuelve a reinventar el enemigo ruso y a declararle indirectamente esta vez la guerra caliente, por vía intermedia ucraniana y europea, pagando a alguien para que la haga por él.
 
    El otro día aparecía en la prensa la noticia de que el senil tío Sam le concedía una nueva ayudita al presidente de Ucrania, actor 'nato' (palíndromo de OTAN) y títere de los Estados Unidos, de doscientos veinticinco millones de dólares americanos (225.OOO.OOO $)casi nada.

domingo, 4 de febrero de 2024

El teatro de la política y viceversa.

    Ahora que la Unión Europea da a Ucrania "un balón de oxígeno", como dice la prensa -refiriéndose con esta expresión a la cuantiosa suma de cincuenta mil millones de euros para seguir manteniendo la guerra contra Rusia- vuelve Giorgio Agamben, una de las mentes más lúcidas de la actualidad, a la carga con el texto Teatro y política, publicado en italiano el 19 de enero de 2024 en su columna "Una voce" del sitio güeb de la editorial Quodlibet, donde puede leerse en versión original. 
 
 
   Es cuando menos singular que uno no se interrogue sobre el hecho, no menos imprevisto que inquietante, de que el papel de líder político sea asumido en nuestro tiempo cada vez más por actores: es el caso de Zelenski en Ucrania, pero lo mismo había ocurrido en Italia con Grillo (eminencia gris del Movimiento 5 Estrellas) e incluso antes en Estados Unidos con Reagan. Ciertamente, es posible ver en este fenómeno una prueba del declive de la figura del político profesional y del creciente influjo de los medios de comunicación y de la propaganda en cualquier aspecto de la vida social; pero, en todo caso, es evidente que lo que está ocurriendo implica una transformación de la relación entre política y verdad sobre la que es necesario reflexionar. Que la política tenga algo que ver con la mentira es algo que, de hecho, se da por descontado; pero esto significaba simplemente que el político, para conseguir los objetivos que consideraba desde su punto de vista verdaderos, podía sin demasiados escrúpulos decir lo falso. 
 
    Lo que está ocurriendo ante nuestros ojos es algo diferente: ya no hay un uso de la mentira para los propios fines políticos, sino que, por el contrario, la mentira se ha convertido en sí misma en el fin de la política. Es decir, la política es puramente y simplemente la articulación social de lo falso. Se comprende entonces por qué el actor es ahora necesariamente el paradigma del líder político. Según una paradoja que desde Diderot hasta Brecht nos ha resultado familiar, el buen actor no es, de hecho, el que se identifica apasionadamente con su papel, sino el que, conservando la sangre fría, se mantiene por así decirlo a distancia de él. Parecerá tanto más verdadero cuanto menos disimule su mentira. El escenario teatral es, pues, el lugar de una operación sobre la verdad y sobre la mentira, en la que lo verdadero se produce exhibiendo lo falso. El telón se levanta y se cierra precisamente para recordar a los espectadores la irrealidad de cuanto están viendo. 
 
 
    Lo que define hoy la política —convertida, como se ha dicho eficazmente, en la forma extrema del espectáculo— es una inversión sin precedentes de la relación teatral entre verdad y mentira, con miras a producir la mentira mediante una operación particular sobre la verdad. La verdad, como hemos podido ver en estos últimos tres años, no está, de hecho, ocultada y, sigue, por el contrario, siendo fácilmente accesible a cualquiera que tenga voluntad de conocerla; pero si antes —y no sólo en el teatro— la verdad se alcanzaba mostrando y desenmascarando la falsedad ('veritas patefacit se ipsam et falsum'), ahora en cambio la mentira se produce por así decir mostrando y desenmascarando la verdad (de ahí la importancia decisiva del discurso sobre las 'fake news'). Si en su tiempo lo falso era un momento en el movimiento de la verdad, ahora la verdad sólo cuenta como un momento en el movimiento de lo falso. 
 
    En esta situación, el actor es, por así decirlo, de casa, aunque, frente a la paradoja de Diderot, deba en cierto modo duplicarse. Ningún telón separa ya el escenario de la realidad, que —según un recurso que los directores modernos nos han hecho familiar, obligando a los espectadores a participar en la obra— se convierte  ella misma en teatro. Si el actor Zelenski resulta tan convincente como líder político, es precisamente porque es capaz de proferir mentiras siempre y en cualquier lugar sin ocultar nunca la verdad, como si ésta no fuera sino una parte ineludible de su actuación. Él —como la mayoría además de los líderes de los países de la OTAN— no niega el hecho de que los rusos han conquistado y anexionado el 20% del territorio ucraniano (que, además, ha sido abandonado por más de doce millones de sus habitantes), ni que su contraofensiva ha fracasado por completo; ni que, en una situación en la que la supervivencia de su país depende totalmente por completo de una financiación extranjera que puede cesar en cualquier momento, ni él ni Ucrania tienen delante de sí ninguna posibilidad real. Decisivo es por esto que, como actor, Zelenski provenga de la comedia. A diferencia del héroe trágico, que tiene que sucumbir a la realidad de unos hechos que desconocía o creía irreales, el personaje cómico hace reír porque no deja de exhibir la irrealidad y la absurdidad de sus propias acciones. Ucrania, llamada antaño la Pequeña Rusia, no es sin embargo un escenario cómico, y la comedia de Zelenski no podrá en último término más que convertirse en una amarga tragedia realísima.

jueves, 11 de enero de 2024

Dos noticias 'insignificantes' entre muchas otras

Analizaba Giorgio Agamben, con su habitual finura no exenta de profundidad, en su página de Una voce el pasado 30 de diciembre dos noticias aparentemente inconexas, cuya lectura nos invita a nosotros, sus lectores, a relacionarlas también para explicarnos lo que está sucediendo ahora mismo a nuestro alrededor. 

Los dibujos de Roland Topor (1939-1997) de su libro Les masochistes (1960) nos sirven para ilustrar a la perfección las palabras del filósofo italiano, y para retratarnos a nosotros, que somos los masoquistas que nos complacemos en ser dominados y sentirnos humillados o maltratados por las altas instancias, dignos discípulos de Leopold von Sacher-Masoch.


Los masoquistas, Roland Topor (1960)


    La prestigiosa revista "Nature" ha publicado los resultados de una investigación realizada por un grupo de científicos de la Universidad de Cambridge, dirigidos por Anne Willis, que demuestra que las vacunas de ARNm, como las utilizadas en la reciente pandemia, producen proteínas no deseadas cuyos efectos en el organismo pueden ser nocivos. Aunque la casuística de enfermedades a menudo graves e incluso mortales sufridas por personas vacunadas ya era prueba suficiente para nosotros, la investigación ofrece por primera vez una demostración científica de ello.

    La segunda noticia es que ha aumentado considerablemente con respecto a años anteriores el número de personas que enferman de síndromes gripales y Covid (unas 2.552.000 desde el inicio de la temporada). No parece ilegítimo sugerir que este aumento podría estar relacionado con los resultados de la investigación que acabamos de mencionar.

    Es poco probable que los médicos, políticos y expertos que han obligado imprudentemente a la mayoría de la población a vacunarse cuestionen estos dos hechos, a pesar de que deberían hacerlo.

Los masoquistas, Roland Topor (1960)
 

     Su lúcida actitud crítica desde el primer momento contra las medidas político-sanitarias que conllevó la declaración de la pandemia le llevó a escribir lo siguiente: "Ya no puedo, ante un médico o cualquier persona que denuncie la forma perversa en que se ha utilizado la medicina estos dos últimos años, no cuestionar en primer lugar la propia medicina. Si no nos replanteamos en qué se ha convertido progresivamente la medicina, y quizás toda la ciencia de la que pretende formar parte, no habrá esperanza de detener su curso letal."

 

Los masoquistas, Roland Topor (1960)

lunes, 6 de noviembre de 2023

Los gritos de las plantas

    Publicaba Giorgio Agamben el 30 de octubre en su página de quodlibet esta brevísima e irónica reflexión sobre la guerra de Israel contra los gazatíes, titulada El silencio de Gaza En días pasados científicos de la School of Plant Sciences de la universidad de Tel Aviv han anunciado que han grabado con micrófonos especiales sensibles a los ultrasonidos los gritos de dolor que emiten las plantas cuando son cortadas o cuando carecen de agua. En Gaza no hay micrófonos. 
 
    La noticia la recogía, entre otros, The Times of Israel el 30 de marzo, que remitía al estudio científico  recogido en la prestigiosa revista Cell.
 
    Ya se sabía, antes de dicho estudio, que las plantas estresadas mostraban alteraciones tales como cambios de color, olor y forma. Ahora se ha descubierto que emiten también sonidos aéreos que pueden registrarse en el aire y clasificarse. 
 
 
    El estudio científico registró los sonidos ultrasónicos emitidos por plantas de tomate y tabaco que habían sido privadas de agua, sufrieron un corte en el tallo o fueron dejadas solas (como grupo de control) dentro de una cámara acústica y en un invernadero, mientras se monitoreaban los parámetros fisiológicos de la planta. Se llegaron así a desarrollarse modelos de aprendizaje automático que lograron identificar el estado de las plantas, incluido el nivel de deshidratación y las lesiones, basándose únicamente en los sonidos emitidos.
 
 Las plantas emiten sonidos: 
 
 
    Los gritos de las plantas, en el rango ultrasónico de aproximadamente 20 a 100 kHz, que está por encima del límite del oído humano, podrían ser detectadas en un radio de acción de tres a cinco metros por muchos mamíferos (dada su sensibilidad auditiva, por ejemplo, ratones) e insectos y polillas.
     
    Sin duda se trata de un estudio científico importante, que pone de relieve la incapacidad del oído humano de detectar todos los gritos de dolor y angustia de los seres vivos. Podemos captar ahora dichos gritos. Pero en la franja de Gaza no se han habilitado, como dice Agamben, micrófonos especiales que capten los gritos de dolor y de angustia que emiten los gazatíes cuando son bombardeados y destrozadas sus casas y sus cuerpos, y muertos tantos niños inocentes, y sometidos los supervivientes a todo tipo de restricciones, mientras los israelíes que han ocupado los territorios de Palestina son incapaces de escucharlos porque carecen de audífonos adecuados o porque están sordos, pero no hay peor sordo, ya se sabe, que el que no quiere oír ni escuchar.

viernes, 17 de febrero de 2023

Elogio de Giorgio Agamben

    Si alguien ha denunciado con lucidez la deriva autoritaria y totalitaria que han adoptado los gobiernos occidentales y los medios de (in)formación de masas a su servicio y al servicio del capital financiero internacional durante estos tres últimos años de crisis sanitaria es el filósofo italiano Giorgio Agamben (1942-...). Sólo hacen falta dos extractos de uno de sus textos para comprobarlo. En el primero denuncia no solo el uso torticero que se ha hecho de la medicina (y la ciencia en general) durante la pandemia, sino el que ambas hayan permitido ese abuso, convirtiéndose en objetos de fe, religión y no ciencia, lo que le lleva a desconfiar totalmente de una y otra. 

 

    Ambos textos están tomados de su intervención "Il complice e il sovrano" en la commissione DU-PRE (acrónimo italiano de Dubbio e Precauzione 'duda y precaución") el 28 de noviembre de 2022.

    Ya no puedo, frente a un médico o alguien que denuncia la forma perversa en que se ha utilizado la medicina en estos dos años, evitar en primer lugar poner en cuestión la propia medicina. Si no se reconsidera de frente en qué se ha convertido gradualmente la medicina y tal vez toda la ciencia a la que se siente pertenecer, no se podrá esperar en modo alguno detener su curso mortal.  

    Io non posso più, di fronte a un medico o a chiunque denunci il modo perverso in cui è stata usata in questi due anni la medicina, non mettere innanzitutto in questione la stessa medicina. Se non si ripensa da capo che cosa è progressivamente diventata la medicina e forse l’intera scienza di cui essa ritiene di far parte, non si potrà in alcun modo sperare di arrestarne la corsa letale.

 


 
    En el segundo fragmento analiza la postura de aquellos que desde la defensa de las leyes y constituciones han intentado frenar la implantación de la dictadura sanitaria. No se trata, según él, de lamentar el mal uso que se ha hecho de la constitución -por ejemplo que en España se haya declarado a posteriori ilegal el confinamiento que ordenó el gobierno-, sino de cuestionar la constitución misma que ha permitido tal desaguisado.

    Ya no puedo, frente a un abogado o alguien que denuncia la forma en que la ley y la constitución han sido manipuladas y traicionadas,  evitar cuestionar en primer lugar la ley y la constitución. ¿Acaso es necesario, para no hablar del presente, que recuerde aquí que ni Mussolini ni Hitler tuvieron necesidad de cuestionar las constituciones vigentes en Italia y Alemania respectivamente, sino que incluso encontraron en ella las disposiciones que necesitaban para instaurar su régimen? Así que es posible que el gesto de quien hoy intenta basar en la Constitución y sus derechos su lucha esté ya de antemano derrotado.

 Io non posso più, di fronte a un giurista o a chiunque denunci il modo in cui il diritto e la costituzione sono stati manipolati e traditi, non revocare innanzitutto in questione il diritto e la costituzione. È forse necessario, per non parlare del presente, che ricordi qui che né Mussolini né Hitler ebbero bisogno di mettere in questione le costituzioni vigenti in Italia e in Germania, ma trovarono anzi in esse i dispositivi di cui avevano bisogno per istaurare i loro regimi? È possibile, cioè, che il gesto di chi cerchi oggi di fondare sulla costituzione e sui diritti la sua battaglia sia già sconfitto in partenza.