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miércoles, 19 de octubre de 2022

La verdad es la verdad

    Nos tiene acostumbrados el que fuera presidente del Gobierno de las Españas, Felipe González, a hacer con sus declaraciones de vez en cuando descubrimientos trascendentales, como por ejemplo, cuando a la vuelta de un viaje a China nos contó aquel proverbio de la sabiduría milenaria del Celeste Imperio que decía: Gato blanco o gato negro, lo que importa es que cace ratones. ¿Qué significaba aquello que veo en la Güiquipedia que se le atribuye a Deng Xiaoping? Pues que no importa qué características tenga la persona, no solo de color (blanco o negro) sino cualquiera otra como por ejemplo sus títulos académicos, su origen familiar y también su carácter o catadura moral, con tal de que cumpla con la función que se necesita en un determinado momento. Pero, claro, lo de 'blanco' y 'negro' se deja reducir enseguida a la categoría moral de 'bueno' y 'malo', y lo que viene a decir el refrán es que no importa que alguien sea bueno o malo, éticamente hablando, siempre que haga lo mandado, siempre que el fin sea bueno. De hecho otro refrán bastante pedorro nuestro dice que por la noche todos los gatos son pardos, y no se distingue sin son blancos o negros. La frase es de un pragmatismo utilitarista así como de un relativismo moral escandalosos. Viene a decirnos que no importan los medios con que se consiga algo, sino solo los fines. 


     Como decía Rafael Sánchez Ferlosio, en un artículo memorable 'Cuestión de colores' publicado en El País el 28 de septiembre de 1985, a alguno se le podía ocurrir la paráfrasis "Qué importa que el GAL -acrónimo de los Grupos Antiterroristas de Liberación parapoliciales que operaban en aquellos momentos contra el terrorismo de ETA, aclaración mía para los mileniales- sea blanco o negro; lo que importa es que mate etarras".

    El caso es que el ahora expresidente reaparece en una reciente comparecencia flanqueado por Pedro Sánchez y José Luis Zapatero, conmemorando los cuarenta años de 'socialismo' en España, y aparecen los tres descorbatados. Precisamente a propósito de la corbata decía el presidente actual, el doctor en economía don Pedro Sánchez: “Gracias a pequeños gestos también se logran cambios profundos”. Se refería al hecho de no llevar corbata en verano para rebajar el consumo energético. De este modo, sin la soga al cuello de la corbata y con el primer botón de la camisa desabrochado uno no necesitaría el aire acondicionado para estar fresco. Por eso los celebrantes de los cuarenta años de democracia y de progreso -desde 1982 hasta 2022- se presentan, ellos y ellas, sin corbata, como el actual presidente había pedido a sus ministros y ministras 'para ahorrar'.


      Felipe González suelta la siguiente declaración en esa comparecencia del día 17 de los corrientes diciendo más verdad de lo  que parece a simple vista: Hay una verdad que he aprendido: En democracia, la verdad es lo que los ciudadanos creen que es verdad.

    Y añade, insistiendo en la misma idea, tras una pequeña pausa: Muchas veces nosotros sabemos que las razones se confunden, pero al final esa verdad, que es lo que creen los ciudadanos que es verdad, se traduce en decisiones de voto, y esas decisiones de voto nos llevan o nos alejan del poder

     La verdad no es lo que uno crea o deje de creer, señor González. Es cierto que la verdad, entendida como usted la entiende, es decir, como las creencias que tienen los ciudadanos, se traduce en votos, que son los que les dan a ustedes en democracia el Poder o se lo quitan, otorgándoselo a otros que son igual que ustedes, pero las creencias humanas no son ninguna verdad, sino simplemente eso: creencias, o como decía Heraclito de Éfeso: παίδων ἀθύρματα τὰ ἀνθρώπινα δοξάσματα.

                    Las creencias humanas son juguetes de niños. Los hombres se toman en serio sus creencias, igual que los niños sus juguetes y juegos infantiles, tanto que no se dan cuenta de que son meros entretenimientos y diversiones, en el peor sentido de estas palabras, en el de distracciones de lo que importa, que es la verdad, que no cabe en la Realidad, esencialmente falsa. Las creencias, opiniones o pareceres de los hombres son, por su carácter, individual o personal aquello que les separa de la razón y sentido comunes.