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sábado, 16 de octubre de 2021

No hay Dios ni dioses que valgan

    Conservamos, no se sabe gracias a qué Dios o dioses, un fragmento del Belerofonte, una tragedia griega y perdida de Eurípides, que debió de estrenarse en torno al año 430 a. C. en Atenas, donde el propio héroe  protagonista proclamaba al comienzo de la obra que no había dioses. Todavía no se había inventado el verbo "existir", por lo que conviene traducir esta reivindicación atea en trímetros yámbicos con la fórmula popular "No hay dioses", en lugar de "No existen los dioses".

¿Dice alguien que hay sin duda dioses en el cielo?
No hay dioses, no los hay, excepto si uno quiere
creer igual que un tonto en trasnochados cuentos.
 
 φησίν τις εἶναι δῆτ’ ἐν οὐρανῷ θεούς;
οὐκ εἰσίν, οὐκ εἴσ’, εἴ τις ἀνθρώπων θέλει
μὴ τῷ παλαιῷ μῶρος ὢν χρῆσθαι λόγῳ.
 

 La imagen representa a Belerofonte a lomos de Pegaso, matando a la Quimera.

    Hay quien dice que esos versos no reflejan el modo de pensar ni el sentir de Eurípides, el autor de la tragedia, sino de uno de sus personajes, Belerofonte, un antihéroe mejor que un héroe en el sentido moderno de la palabra, un héroe fallido, porque, después de su heroica hazaña de matar al monstruo que era la Quimera, intentó subir al cielo para descubrir si había dioses y allí, en lugar del conocimiento que buscaba, encontró el castigo divino en forma de caída que lo precipitó al abismo y la muerte. 

    Hay quien opina que Eurípides no era ateo, y que hizo que su personaje, Belerofonte, fuera castigado precisamente por su proclamación de ateísmo con su trágico final. Sin embargo, Eurípides era considerado un sindiós por sus conciudadanos, por ejemplo por Aristófanes, que lo critica y se burla de él en alguna comedia por enseñar a la juventud que no había dioses.

    El razonamiento de Belerofonte es bastante claro: no hay dioses en el cielo, no los hay, lo repite dos veces por si alguien no se ha enterado,  a no ser que uno quiera creer, aunque ni siquiera dice "creer", un verbo muy cristiano que no se había inventado todavía con el sentido de "tener fe", sino dar crédito o prestar atención (χρῆσθαι chréesthai) como un estúpido (μῶρος móoros),  en lo que hemos traducido como "trasnochados cuentos" (παλαιῷ λόγῳ palaióoi lógooi, literalmente una doctrina o enseñanza o razonamiento antiguos), es decir, en cuentos de viejas como aquel  otro de que viene el coco.