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miércoles, 29 de octubre de 2025

In memoriam Georges Brassens

    Un 29 de octubre del año del Señor de 1981 nos dejó Georges Brassens, dejando un enorme vacío en la poesía y la canción francesa. Se me ocurre como homenaje para recordarlo escuchar esta canción que tituló “Le testament”, grabada en 1956, cuya letra es un  alarde de ironía y de ternura, donde Brassens contempla su muerte sin solemnidad, con cierta socarronería y un inmenso amor hacia la vida. Escuchémosla en versión original:
 

    Entre nosotros la cantó en castellano Paco Ibáñez en su disco de 1979 en una versión bastante fiel al original y aceptable en general en lo que concierne al metro y al ritmo, realizada por Pierre Pascal. 
 
    Confiesa que se entristecerá como un sauce llorón cuando le llegue la hora y tenga que ir al cementerio, pero que tomará el camino más largo y hará novillos en su tumba porque deja la vida mal de su grado. Quiere ir al otro barrio siguiendo la senda de los escolares remolones, sin prisa, y le gustaría antes volver a enamorarse y perder el norte una vez más deshojando el crisantemo que es la margarita de los muertos. 
Universo Brassens, ilustración de Jean Solé.
 
     Le desea a su viuda que contraiga segundas nupcias enseguida con un tipo que sea como él para que pueda aprovechar sus pantuflas y su ropa. No se va a poner celoso si le hace el amor a su mujer de la que espera que no tenga que recurrir a la cebolla para llorar su muerte, ni le importa tampoco que fume en su pipa y su tabaco, y que beba su vino.
 
    Concluye su testamento diciendo "Aquí yace una hoja muerta; / mi testamento concluyó / han puesto un letrero en mi puerta: / "Cerrado está por defunción". Deja la vida sin encono, contento porque al menos no van a dolerle más las muelas, y dice que se halla ya en la fosa común, la fosa común del tiempo, una de las imágenes más bellas de su cancionero poético donde el tiempo se presenta como el cementerio universal. 
 
    La versión que canta Paco Ibáñez es la adaptación que hizo Pierre Pascal, bastante respetuosa en general con el texto de Brassens, si no fuera por un pequeño pero significativo detalle: cuando, pensando en su vida, le desea que tome un nuevo esposo, para que aproveche todo lo que él deja le ruega que nunca pegue a sus gatos, lo que en la versión de Pierre Pascal es “que nunca, le parta un rayo, / mi jaca se atreva a montar”, lo que podría remediarse tal vez: “pero que nunca, le parta un rayo, / mis gatos se atreva a pegar”. La versión de Pierre Pascal “que nunca... mi jaca se atreva a montar” parece que se refiere a su viuda, por la connotación sexual del verbo “montar” y el simbolismo de la jaca, que es la yegua del caballo, dando la sensación de que el cantante se presenta como el caballero que no quiere que su montura cuya alzada no llega a metro y medio sea montada por otro. 
 
      No era esa la intención de Brassens, que le desea a su viuda que tome esposo y a este que tome posesión de ella y de sus cosas de él, pero le pone una sola condición: que no maltrate a sus gatos porque entonces se revolverá en su tumba y volverá como un fantasma a hacerle la vida imposible.