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domingo, 15 de diciembre de 2024

Tercer domingo de Adviento

 El Adviento es la temporada de preparación para la improbable llegada del Señor, y en este tercer domingo de Adviento, la mayor parte del camino, según la santa madre iglesia católica, apostólica y romana, ya ha sido recorrido. Por lo tanto, es apropiado regocijarse al creer que se acerca la meta porque el Señor está cerca. El color litúrgico de este tercer domingo es preferentemente el rosado, en lugar del morado anterior. Se enciende, pues, la vela de color rosa -la vie en rose- porque se acerca la Venida. 

La decepción no será poca cuando descubramos que lo único que se nos viene encima es la fecha del calendario que nos recuerda que todos los años por estas mismas fechas esperamos desesperadamente lo mismo, una venida que no acaba nunca de producirse como nos recuerda aquella copla que cantaba El Príncipe Gitano: Sentaíto en la escalera, esperando el porvenir, y el porvenir nunca llega. 

A este tercer domingo del Adviento se le llama también Gaudete en latín, que es el imperativo del verbo "gaudeo", que quiere decir "alegraos, regocijaos, llenaos de gozo". Pero este viejo verbo, que aparecía también en el himno universitario "gaudeamus igitur", se conjuga mal con el Modo Imperativo, porque la alegría tiene que brotar de dentro y ser sincera, porque sobre los sentimientos no manda nadie ni hay voluntad que valga, y por lo tanto nadie puede imponérnosla por decreto, sin que nosotros la sintamos de verdad.

Es lo malo de estas fechas na(ti)videñas que se avecinan: parece que hay que estar contentos y felices porque sí, porque es lo que está mandado, porque nadie puede deprimirse en estos días tan señalados del calendario... 
 
Y sin embargo, esa obligación misma de la alegría es la que acaba resultando al fin y a la postre bastante triste y deprimente, sobre todo cuando se comprueba que no hay motivos para el gozo y la alegría, que la segunda y definitiva llegada no se produce y que, esperándola, nos dedicamos a conmemorar la primera, la que se produjo históricamente de aquel Jesús que nació en Nazaret, por lo que se le llama nazareno,  y no en Belén, y que murió condenado a muerte en la cruz, cuyo proyecto fue un auténtico fracaso, como sintieron sus primeros y decepcionados seguidores, que luego se sublimó y convirtió en el 'éxito' de su presunta resurrección, imponiéndose la fe irracional sobre el sentido común y la evidencia,  deseándonos para mayor recochineo ¡Feliz navidad! o, más secularmente, ¡Felices fiestas!, unos deseos que resultan contraproducentes, sobre todo al descubrir, como decía al principio, que el único Señor que adviene por estas fechas para 'salvarnos' es el calendario... y que no hay dios que nos salve y libre de Él y nos redima.