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viernes, 25 de abril de 2025

Pareceres LXXIII

356- El espectáculo. Guy Debord, escritor, teórico-activista y cineasta francés, describió el tinglado bajo el que nos hallamos en su libro “La sociedad del espectáculo” en 1967 como una “inversión concreta de la vida”, pero ya hemos dado el paso del espectáculo televisado que él describió al digitalizado. La realidad es el espectáculo: un reality show. El ciudadano-espectador ya no ve mucho la televisión, espejo distorsionador del ágora del antiguo régimen que le daba la ilusión de participar en la vida democrática, sino la micropantalla, gracias a la que se siente activo: aprueba, se indigna, envía pictogramas que expresan emociones estereotipadas, opina, participa... En una época en que nos asomamos a las pantallas constantemente, no hace falta preguntarse si somos actores o meramente espectadores pasivos de los espectáculos orquestados. La democracia digitalizada no es una novedad, sino una recurrencia amplificada por la tecnología moderna. Las representaciones sustituyen la experiencia directa y transforman la política en una performance. La función de los medios de masas no es meramente informativa, sino sobre todo creadora de narrativas que modelan percepciones al servicio de los poderosos que están tras ellos. Fabrican, de este modo, la opinión pública, es decir, el consentimiento que legitima su poder. El espectáculo de la realidad es la realidad del espectáculo: siempre ha servido para distraer a la gente de los verdaderos problemas, reducida a la condición de espectatriz, cautiva de un programa de distracción que reemplaza el debate intelectual y fomenta la emoción a fin de manipularlo en la dirección determinada que interesa. 

357.- Sábana Santa de Turín. Después de la Semana Santa que hemos padecido, que no deja de ser una santificación de la semana para la consagración del cronometraje artificial del tiempo, viene ahora la superchería de la Sábana Santa que se expone en la catedral de Turín a la feligresía. De hecho uno de los lugares de peregrinación de muchos fieles, después de Roma y la capilla ardiente del Santo Padre en el Vaticano, es la capital del Piamonte donde se halla la Sábana Santa, también conocida como la sindone o Santo Sudario. Se trata de la presunta mortaja que envolvió el cuerpo de Cristo tras su crucifixión. Una católica española, después de haber aguantado tres largas horas a pie firme en la cola del Vaticano para rendir homenaje al cadáver del Santo Padre que pasó a mejor vida el Domingo de Resurrección, que hizo la escapada a la catedral turinesa al objeto de venerar la santa reliquia, acto seguido declaró: «Lo que siento es que estoy delante de un lienzo que no es un vestigio de la Pasión de Cristo sino de su Resurrección. Para cualquier cristiano eso es lo más grande». Esta creyente está convencida de que la resurrección de Jesucristo es un hecho histórico cuya prueba material incontrovertible es este sudario que sigue siendo objeto de centenares de análisis forenses, hematológicos, textiles, químicos, biológicos e iconográficos. Parece mentira, y lo es, pero es real. Como la vida misma. 
 
358.- Viajes. ¿Para qué sirven las vacaciones, los puentes, los falsos findes (acortamiento coloquial de 'fin de semana'), falsos porque la semana como tal no tiene más fin que volver a empezar una y otra vez sin fin de verdad ya desde antes del comienzo de los tiempos cuando Dios, antes de haber creado el mundo, ya disponía de ella para crearlo? ¿Para qué se van más de diez millones de gilipollas en automóvil por esas autopistas de Dios si no es para descubrir, al fin y a la postre, que trasladándose huyen de todo menos de sí mismos y de sus problemas, que viajan con ellos en el asiento de atrás? ¿Para qué ha servido vuestro viajecito al Egipto faraónico, para qué el fin de semana en la nieve, para qué la semanita en el crucero por el Mediterráneo, para qué el largo puente? Para desconectar, sí, claro. Y ¿para qué sirve desconectar? Para poder volver a conectar con renovadas fuerzas y la batería recargada de energía que pueda sostener lo insostenible para seguir aguantando lo inaguantable. ¿No es así? Para ese viaje, amigos míos, no necesitábamos alforjas. 
 
 
359.- Bobós. Los sistemas democráticos occidentales enmascaran los poderes fácticos de siempre: la iglesia, el ejército, la monarquía; y el más omnipotente de todos ellos, el poder más fáctico (y ficticio, pero no por ello menos real) de todos: el Capital. Que a nadie le quepa la menor duda sobre esto: vivimos bajo la dictadura de Los Mercados. Los Bancos son los nuevos templos donde se rinde culto al viejo dios monoteísta nunca enterrado del todo: el Becerro de Oro, Herr Kapital. Llaman los franceses “bobós” a los burgueses bohemios: bourgeois bohemian: miembros de una clase social pujante, antiguos hipsters, en la era capitalista de las nuevas tecnologías e identidades digitales: empresarios y empleados de importantes compañías que encarnan unos valores paradójicamente "bohemios" y pijoprogres. Nuestra palabra "bobo" sin embargo no procede de ahí, viene, según la Academia y su docto diccionario, del latín "balbus", que era el nombre de los que no podían hablar, de los tartamudos y de los que en lugar de hablar balbuceaban. Sin embargo, era tan tentador asimilar a los burgueses bohemios con los bobos y tontos del culo de toda la vida... 


 360.- La música que marca el paso. No sé si la Iglesia se sentirá aliviada ante el fervor de la religiosidad popular que despierta la Santa Semana y que parece poner fin a la crisis de ausencia de fieles en los servicios religiosos de las parroquias -solo tienen un éxito relativo los funerales, porque ya se sabe: poco a poco todos y cada uno nos vamos haciendo viejos y muriendo. Pero los hoteles y restaurantes agradecen sin duda a la Legión, novia, como se declara, de la muerte y su más leal compañera, a la que estrecha y abraza fuerte haciendo de su amor su bandera, que desembarque en Málaga para el traslado y entronización del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, o sea, el Cristo de Mena, que ya no es un hecho religioso, que no lo ha sido nunca, sino económico, folclórico y turístico, al que asiste un conocido actor nacional malagueño consagrado internacionalmente en Jólibuz. El espectáculo de los 'caballeros y caballeras legionarios y legionarias' (así, tal como dijo un locutor televisual con un par de sustantivos y adjetivos variados de género gramatical) cuenta con una gran difusión por los medios de comulgación masivos con ruedas de molino. No sé hasta qué punto el clero ve bien que el Jesús de la paz y del amor fraternal sea escoltado por militares con fusiles y pistolas cantando un himno a la muerte en medio de los aplausos del público congregado y las autoridades o hacen la vista gorda ante este anacronismo injustificable que promociona el urbanismo procesional y turístico, que se suma al clima, la gastronomía, el colorido cofrade, la música, los santos, el puerto, la Legión y los aires marciales y tóxicos que se respiran. Conviene escuchar, para desmarcarse,  La musique qui marche au pas / Cela ne me regarde pas, que cantaba Brassens, y entre nosotros Paco Ibáñez: la música militar nunca me supo levantar.