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jueves, 21 de mayo de 2020

Del sacramento de la Confirmación

Es la Confirmación uno de los siete sacramentos que imprime carácter indeleble de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana por el cual la persona que ha sido bautizada se integra de forma plena y consciente como miembro de esa comunidad,  reafirmando por propia voluntad la fe que le impusieron sus padres al nacer con el sacramento del bautismo.

El signo de la Confirmación es la “unción”. La unción se realiza en la frente mediante la crismación o “santo crisma”, aceite de oliva mezclado con bálsamo, óleo consagrado por el obispo el día del Jueves Santo. Hay otra unción, la "extrema unción", que se lleva a cabo en el momento de la muerte. La Iglesia recomienda la sagrada unción de los enfermos con el santo óleo

La palabra “crisma” nos llega, a través del latín chrisma, del griego χρῖσμα, un neutro del tipo -μα -ματος derivado del verbo χρίω “ungir”, por lo que significa resultado de la acción de ungir. 

En relación con el término “crisma” están las palabras “cristiano” y “Cristo” que significa, precisamente, “ungido”.  Y, derivado de esta palabra tenemos el femenino “(la) crisma”, que se emplea vulgarmente en el sentido de “cabeza”, por ejemplo en la expresión “romperse uno la crisma”, por ser esta parte del cuerpo, concretamente la frente, donde se realiza la unción. 

El crismón o lábaro, es decir, el monograma de Cristo,  también está relacionado con el verbo χρίω.

Las palabras que acompañan a la unción y a la imposición individual de las manos son: “Recibe por esta señal de la cruz el don del Espíritu Santo”. Cuando la lengua de la Iglesia era, como Dios manda, el latín, se decía: Accipe signaculum doni Spiritus Sancti. La cruz es el arma con que cuenta un cristiano para defender su fe. El candidato a la Confirmación que ya ha alcanzado el uso de razón debe profesar voluntariamente la fe que se le impuso al poco tiempo de nacer en la pila bautismal, estar en estado de gracia, tener la intención de recibir el sacramento y estar preparado para asumir su papel de discípulo y de testigo de Cristo, en la comunidad eclesial y en los asuntos temporales. 

Obispo administrando el sacramento de la confirmación, 1679

¿Qué es eso de la unción? La palabra procede de unctionem, un derivado del verbo ung(u)ere, origen de nuestro ungir, cuya raíz ung(u)- se modifica ensordeciéndose la oclusiva en unc- al recibir el sufijo -tus del participio (unctus) y -tio del sustantivo de acción verbal (unctio), precisamente de esta modificación derivan nuestro untar, y unto. De hecho en latín vulgar está atestiguado unctare, originado a partir de ungere. En relación con esta raíz ung-/unct-, tenemos, además de los términos mencionados, untura, untuoso, untuosidad, sacaúntos (coco infantil también denominado "sacamantecas") e incluso ungüento (ya en latín mismo unguentum). 

En el Antiguo Testamento eran ungidos los reyes, los profetas y los sacerdotes. Ungir a un rey era sinónimo de coronarlo o de investirlo: el rey David fue ungido por el profeta Samuel.  En el Nuevo Testamento el aceite se aplicaba a las heridas y a los enfermos.  

El origen de la unción, además de los usos cosméticos que se servían del aceite para conservar perfumes y de los usos de los atletas, que se ungían en el gimnasio con aceite de oliva a fin de quitarse el polvo de la piel,  podría venir, al parecer, según una teoría de una práctica de los pastores. Los piojos y otros ácaros a menudo entraban en la lana de las ovejas, y cuando hacían su madriguera en sus orejas y se atrincheraban allí, podían llegar a matarlas produciendo la sarna. Entonces, los antiguos pastores untaban con aceite la cabeza de sus ovejas para protegerlas. Esto hacía resbaladiza la lana, de forma que los ácaros no podían cobijarse allí y se deslizaban, lo que liberaba al animal de sus ataques. A partir de aquí, según esta teoría, la unción llegó a ser símbolo de bendición, protección y empoderamiento.