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viernes, 27 de septiembre de 2024

Pero ¿quién habla cántabru?

    El hecho de que en lo que hoy se llama Cantabria haya palabras que se consideren propias, en el sentido de peculiares, no significa que sean exclusivas, lo primero de todo, de ese territorio, y, si lo son, no conforman por sí solas una lengua distinta del español que se habla hoy, como da a entender la denominación “cántabru”, que pretende ser el nombre de una lengua propia y distinta de aquella. Ese léxico peculiar, en principio, no es significativo sino mínimo, está restringido a la vida rural en vías de extinción o prácticamente extinta ya, y no es exclusivo tampoco de Cantabria. 

    A parte de los diminutivos en -uco, que nos son tan queridos, y de palabras como pindio (= empinado), dalle (= guadaña), albarcas (= especie de zuecos de madera), cajiga (=roble),  catiuscas (= botas de plástico), chon (= cerdo), montar a cuchos (= montar a hombros, sobre la espalda), bocarte (= anchoa fresca), rabas (= calamares fritos) y algunas más,  no tenemos nada que justifique dentro de la sintaxis y la fonología la categoría de lengua diversa. 
 

 

    Resulta que muchos hablantes del castellano actual, utilizan esas mismas palabras con el mismo significado, por lo que habría que concluir que en Cantabria se habla castellano con algunas peculiaridades léxicas y con un acento peculiar, como en todas partes donde se habla el español, por cierto, pero no una lengua propia, que para eso necesitaría tener características no sólo superficiales y de vocabulario sino gramaticales más profundas, morfológicas, fonéticas y fonológicas a más de sintácticas. 

  
    Los defensores del cántabru, como Alcuentru, asociación pa la decensa y promoción del cántabru,  generalizan los masculinos singulares en -u, lo que yo, que llevo viviendo casi sesenta y cinco años en Cantabria, donde nací, no he oído nunca, y no vivo en la ciudad precisamente, sino en el campo. Los masculinos en -u son una herencia latina de la que en español no queda prácticamente nada ya, dado que esa -u al final de la palabra se acabó abriendo y pronunciándose -o, y sólo se conservaron muy pocas palabras donde no se hubiera cumplido este fenómeno fonético, casi todas ellas por influjo culto de la lengua escrita como espíritu, tribu o ímpetu. El resto, ya fueran de la segunda o de la cuarta declinación, pasaron todas a -o. Promover ahora que, so pretexto de recuperar el cántabru, nos propongamos los que vivimos en esta tierra decir el “campu” y el “pueblu” además de ser una imposición académica -es decir de unos presuntos eruditos que saben cómo era esa lengua y que quieren enseñárnosla a los demás, para que no se pierda lo que se perdió-, es una ridiculez poco menos que folclórica en el peor sentido de la palabra.


    El cántabru que los que sueñan con la creación de una Real Academia de la Lengua Cántabra pretenden resucitar, que no conservar porque no existe,  no es una lengua diversa del castellano actual, sino un estadio primitivo que ya nadie habla y que según algunos estudios nació en estas tierras del norte de la península como lengua derivada del latín.
 
     El masculino plural acabaría en -os en el cántabru occidental, que conservaría la desinencia del acusativo plural latino de la segunda declinación populu(m)/populos por lo que el plural de pueblu sería pueblos, y en -us en el oriental, donde "sentidos", por ejemplo, se diría "sentíus", por ejemplo en Ampuero (nunca lo oí por allí) y "sentíos" en el oeste, por ejemplo en Unquera, (donde sólo se lo he oído a un gaditano, que decía que algunos habían "perdío" todos los "sentíos", supongo que por aquello de que el común es el menos común de los sentidos).

    Algunas características sintácticas como el uso del condicional simple o pospretérito en la prótasis del período hipotético (cosas como Si tendría dinero, me compraría un coche), que llevo oyendo toda mi vida en Cantabria,  ni siquiera son peculiares nuestras, sino que las compartimos con los hablantes españoles del País Vasco, Navarra, Burgos, la Rioja e incluso algunas zonas de América. Supongo que los amigos de Alcuentru en su reconstrucción fantástica del cántabru dirían así: Si tendría dineru, me compraría un cochi, o quizá a la asturiana y a la antigua con el pronombre personal pospuesto, enclítico en lugar de proclítico: Si tendría dineru, compraríame un cochi).
 

    No es de extrañar que algunos miembros de Alcuentru, como Paulu Lobete, que aparece en el vídeo de los cursos de cántabru, hayan fundado Cantabristas, que se autodefinen como una fuerza política, aún sin representación parlamentaria, "cántabra, soberanista, feminista, ecologista y popular, que apuesta por una Cantabria más justa, libre e igualitaria”. En su Programa Electoral Autonómico, dentro de las quinientas medidas que proponen,  destaca, en el apartado de “Defender lo nuestro” lo relativo al patrimonio linguïstico.  Allí se dice que Cantabria posee una modalidad lingüística propia evolucionada desde el latín y emparentada con el tronco astur-leonés, denominada tradicionalmente montañés y de manera más moderna cántabru, que varias asociaciones culturales están intentando revitalizar advirtiendo del peligro de desaparición en que se encuentra. La medida número 439 propone la elaboración de una ley de protección del cántabru -como si fuera una especie en vías de extinción- y la 440  la inclusión en la reforma del Estatuto de Autonomía de Cantabria de una mención al cántabru en la que se especifique que gozará de protección institucional. 

    La ilusión de tener una lengua propia garantiza una sólida identidad autonómica, regional y nacional. Por algo el todavía presidente del Partido Regionalista Cántabro, que regentó hasta hace poco la taifa autonómica, declaró en su día como lamentándose por ello: Si yo tuviese una lengua en Cantabria, la defendería con uñas y dientes, una lengua que algunos cántabros como Diegu San Gabriel, que se autodefine en X como “hestoriaor con concencia culugista (sic), de géneru, pueblu y clas” afirma que tenemos pero que se nos está yendo “cumu agua en cestu”.