Entre las razones que aducía Roland Topor (1938-1997) para suicidarse las hay para todos los gustos: desde políticas como no tener que tomar partido en las próximas elecciones democráticas, económicas como librarse de pagar impuestos o el alquiler de la vivienda, hasta frívolas (poner freno a su calvicie o adelgazar sin hacer régimen) y nostálgicas como que París ya no es lo que era. Alguna es un pequeño homenaje, como el lamento por la muerte de Groucho Marx, y otras nos hacen sonreír por su ironía (querer dotar al siglo XX de un hecho trascendental como sería la propia muerte del artista), sarcasmo y, en definitiva, por el humor negro que siempre se le ha atribuido y que destila.
A las 'cien buenas razones para suicidarse ya' que esgrimía habría que añadir una más, que sería: Para escapar de la imposición de la Navidad, que, de ser una fiesta religiosa cristiana que conmemoraba el nacimiento o natividad de Nuestro Señor Jesucristo, el Salvador, se ha secularizado y universalizado convirtiéndose en una fiesta consumista, que coincide con el solsticio de invierno y el nacimiento del Sol Pagano y con la celebración de las saturnales entre los antiguos romanos.
Prueba de la secularización o repaganización navideña es que ya solo los creyentes se atreven a felicitar las navidades como tales, limitándose la mayoría democrática de la gente, políticamente correcta, a felicitar las fiestas para no ofender a los musulmanes y a los ateos, con la celebración de comidas de empresa, previas a los ágapes familiares y hogareños de los días 24 y 25 de diciembre, generalizándose la entrega de regalos a los niños -y a los mayores, que siguen regalándose- a cargo de Santa Claus o Papá Noel, ese engendro de la Cocacola, en algunos países y de los Reyes Magos en el nuestro, en donde también se ha generalizado la costumbre extranjera.
Lo que hace Topor es formular doce propuestas para huir de las navidades, analizando brevemente los pros y los contras de cada una de ellas. Una de estas posibilidades es el suicidio, dada la ¿imposibilidad? de huir del calendario que se nos impone, cuya ventaja es que así se acaba no solo con las entrañables fiestas navideñas, sino con todo, y su inconveniente es que no es una propuesta muy original porque en realidad eso es lo que hace todo el mundo: quitarse la vida durante estas fechas, con la desventaja de que podría producirse el milagro nativideño, que sería insoportable, del re-nacimiento. Acaba Roland Topor deseándoles a sus lectores, como no podía ser menos, una feliz Navidad.
Estas razones para suicidarse y propuestas para escapar en Navidad de Roland Topor, que pueden leerse en nuestra pequeña biblioteca adjunta, fueron escritas probablemente en los años setenta del siglo pasado, por las alusiones a la realidad de aquel entonces -la muerte de Elvis Presley, por ejemplo, o la guerra del Vietnam- pero no fueron publicadas a título póstumo hasta 2018 por su hijo.



















