Traigo hoy aquí una piadosa estampita de San Expedito, un mártir cristiano descatalogado, según leo por ahí, por la Iglesia Católica, que duda de su historicidad. Habría vivido a caballo entre los siglos III y IV, bajo el reinado de Diocleciano, y servido en las legiones romanas como comandante, llevando una vida disipada hasta su conversión a la fe cristiana, que le ocasionaría el castigo de la flagelación y posterior decapitación al no renegar de su fe. Viste como lo que es, un legionario romano. Enarbola en la diestra una cruz que lo caracteriza como cristiano. En ella está escrita la palabra latina HODIE (hoy, compuesta de HOC DIE, en este día). Enseguida veremos la razón.
Lleva la aureola de la santidad y la palma del martirio, lo que sugiere que fue ejecutado por dar testimonio de su fe cristiana. Y está pisoteando un cuervo con su pie derecho, que representa al Enemigo vencido. El cuervo es ave de mal agüero, un símbolo del mal, demoníaco, tal vez por su color negro, su ronco graznido y su necrofagia carroñera, que se contrapone a veces con la blancura de la paloma, que simboliza, como se sabe, al Espíritu Santo.
Pero, además, el cuervo está graznando su onomatopeya: cras. Este monosílabo es en latín un adverbio que significa mañana, de donde procede nuestra palabra “procrastinar”, que significa, según la docta Academia, “diferir, aplazar”, es decir, dejar las cosas para el día de mañana, que está siempre pendiente de realización, y, por lo tanto y por definición, siempre futuro y nunca realizado.
Si contraponemos ahora las dos palabras hodie, que está escrita en la cruz, y cras, que grazna el cuervo, el Enemigo, está claro que ha vencido la cruz que simboliza la conversión al cristianismo de san Expedito, que va a dar sentido a su vida muriendo en defensa de su fe recién adquirida. El premio, a cambio de su muerte, será la palma del martirio y la aureola de santidad.
Viene a decirnos la estampita que no hay que dejar un asunto tan importante como la conversión para el incierto día de mañana, que no hay que diferirla, sino realizarla ya, hoy mismo, sin demora. No hay que hacer lo que decía el soneto de Lope de Vega, que no le abría la puerta al Jesús cubierto de rocío que pasaba las noches del invierno a la intemperie. Habría que escuchar la voz del Ángel que decía que le abriera la puerta ya mismo, y no la del cuervo que grazna: «Mañana le abriremos», respondía, / para lo mismo responder mañana!".
Veridicus Christianus (detalle), Jan David (siglos XVI-XVII). Sobre el cuervo un diablejo.
Nosotros, que no aspiramos ni a lo uno, el martirio, ni a lo otro, la santidad, podemos sin embargo encomendarnos a san Expedito, el santo del que renegó la Iglesia, y hacer como él en el sentido de no postergar la vida para el incierto día de mañana, haciendo un poco al revés de lo que desde pequeños nos han inculcado las instancias superiores, y de lo que el Estado y el Capital nos aconsejan a todas horas con sus planes de pensiones, seguros de vida, chequeos médicos y demás pronósticos.
Si hay algún mensaje entrañable y noble dentro del cristianismo son aquellas divinas palabras que Mateo, 6, 32 le atribuye al Verbo encarnado: En griego decían así. Mὴ οὖν μεριμνήσητε εἰς τὴν αὔριον· ἡ γὰρ αὔριον μεριμνήσει ἑαυτῆς. ἀρκετὸν τῇ ἡμέρᾳ ἡ κακία αὐτῆς. Y en latín: Nolite ergo esse solliciti in crastinum, crastinus enim dies sollicitus erit sibi ipse; sufficit diei malitia sua. (Nótese en el adjetivo “crastinus”, futuro, aplicado al “dies” el eco del graznido del cuervo). Y en nuestra lengua, derivada de aquella: No cuidéis, pues, del día de mañana; que el día de mañana cuidará de sí mismo: a cada día su mal le basta.