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domingo, 7 de noviembre de 2021

Prólogo a la lectura de 'Knock o El Triunfo de la Medicina' de Jules Romains.

Caer enfermo”, vieja noción que ya no se sostiene ante los datos de la ciencia actual. La salud no es más que una palabra que no habría ningún inconveniente en borrar de nuestro vocabulario. Por mi parte, sólo conozco gente más o menos víctima de enfermedades más o menos numerosas de evolución más o menos rápida (Acto II, escena III).

1.- El título de esta pieza teatral, que levantó el telón por primera vez en el Théâtre des Champs-Élysées de París el 15 de diciembre de 1923, es el nombre propio de su protagonista, el doctor Knock, un nombre sonoro de resonancia anglosajona, pues en la lengua de Shakespeare significa “golpe/golpear”, en el sentido de llamar a una puerta, por ejemplo, pero también “to knock out” quiere decir “dejar sin conocimiento”, dejar K.O. El Dr. Knock, efectivamente, dejará noqueada y fuera de combate, como veremos, a toda la población de Saint-Maurice, un pequeño pueblo ficticio de la Francia profunda cuando se instale allí como médico rural.

1.1.- Es muy probable, asimismo, que el nombre propio del doctor haya sido tomado de un personaje de la película Nosferatu, una sinfonía del horror, que Murnau estrenó en 1922, un año antes que la obra de Jules Romains. El agente inmobiliario, en efecto, que le ha vendido una casa al conde Orlock, es decir, a Nosferatu, o sea, a Drácula, se llamaba Knock, el equivalente del Renfield de la novela de Bram Stoker, en la que se basó la película. Nosferatu emprenderá un viaje desde Transilvania hasta Bremen diezmando a la tripulación del barco y llevando la peste consigo. Knock es de alguna manera el responsable de que la epidemia se cierna sobre la ciudad. En la obra teatral que nos ocupa, Knock pondrá en tratamiento bajo su control a toda la población de un pueblecito francés, ejerciendo un poder dictatorial omnímodo que se anticipa a la irrupción del nazismo y los fascismos históricos europeos. Diez años después de estrenada la obra, en efecto, muchos médicos alemanes se convertirán en férreos defensores de la pureza étnica y cómplices del nacional-socialismo, dos fetiches abstractos. 

  


2.- El subtítulo de la obra “El Triunfo de la Medicina” alude a la ceremonia de entrada solemne en la ciudad de Roma del general victorioso, quien, en este caso es, obviamente, el doctor Knock, que haciendo uso de su estrategia consigue subyugar a toda la población. No es un triunfo personal sino de la Medicina. Cuando el doctor Parpalaid, su antecesor en el cargo y médico a la antigua usanza, y el único que en las acotaciones de J. Romains figura como “doctor”, le reprocha a Knock que esté subordinando el interés del paciente al interés del médico, nuestro protagonista le reconoce que lo hace por un interés mucho mayor que el de ambos, que es el interés abstracto de la Medicina. Knock no oculta a nadie lo que quiere: “Comprenda, amigo mío, que lo que yo quiero, ante todo, es que la gente se ponga en tratamiento” (acto II, escena I). Quiere poner en tratamiento, es decir, hacer sentirse enfermo, y meter en la cama y, llegado el caso, hospitalizar a todo el mundo, objetivo que logrará en Saint-Maurice, donde toda la población estaba sana antes de su llegada, pero él, que se ha doctorado con una tesis sobre los pretendidos estados de salud, logrará que los habitantes de esa comarca descubran al enfermo que llevan dentro y que ignoraban, porque la gente que se considera sana, en realidad está enferma e ignora el mal que padece, según el axioma que él atribuye al magisterio de Claude Bernard: Las personas en buen estado de salud son enfermos que se ignoran.

3.- El nombre del autor de la pieza teatral, Jules Romains es en realidad un pseudónimo de Louis Henri Jean Farigoule (1885-1972), poeta, autor de teatro y novelista francés que fue además miembro de la Académie Française. Un cuarto de siglo después de publicada la obra, en 1949, volverá sobre el personaje creado, el pérfido doctor Knock, publicando unos supuestos “Fragmentos de la Doctrina Secreta” que J. Romains habría recogido oralmente de él, al que imagina ahora cómodamente instalado en Nueva York, convertido en una eminencia científica que trata de generalizar su experimento francés a todo el mundo... 


 4.- Knock o el Triunfo de la medicina, cuenta dentro de la literatura francesa, con una larga tradición que remonta a "El Médico a su pesar" y "El enfermo imaginario" de Molière, dos sátiras de la medicina. Pero al mismo tiempo que se inscribe  en esa corriente la trasciende, porque no se queda en una comedia satírica sino que apunta en su desenlace a la farsa trágica. Si en Molière la figura del médico se ridiculiza, en J. Romains se denuncia, además, su poder manipulador. J. Romains no critica la medicina que se practicaba entonces, como hacía Molière, sino que se anticipa a la medicina del futuro, y casi un siglo después de escrita la obra, podemos afirmar que sus intuiciones han sido confirmadas por la realidad, y aun algunas de ellas sobrepasadas con creces. Podría representarse hoy en día, cien años después de escrita, perfectamente, actualizando si se quiere la puesta en escena con mascarillas quirúrgicas, guantes asépticos, geles hidroalcohólicos y un largo etcétera, y seguiría manteniendo toda la frescura del estreno de hace cien años. La obra ha cosechado muchos éxitos en el país vecino, donde, considerada un clásico de la literatura francesa del siglo XX, es una lectura obligatoria para muchos estudiantes, lo que sin duda hace que muchos de ellos pierdan su interés por ella considerándola algo de otro tiempo, ajeno al mundo actual.

5.- Knock es el personaje central, el médico todopoderoso que manipula a los demás personajes a su antojo como si fueran sus marionetas, gracias al poder intimidador de su charlatanería pseudocientífica y a la credulidad de sus pacientes. Knock es una especie de doctor Mengele, con las manos menos ensangrentadas, pues “es partidario de la disminución de la mortalidad”, y no de la eliminación de unos pacientes que son, a la vez, sus clientes. “Considero que, a pesar de todas las tentaciones contrarias, debemos trabajar por la conservación del enfermo”, según afirma en la escena primera del primer acto, lo que revela que Knock no dejará morir a sus pacientes, pero que tampoco les curará, ya que la curación de un paciente supone la pérdida de un cliente, por lo que tratará de mantenerlos, ya que son su fuente de ingresos. Antes de examinar a uno, le pregunta sobre su situación financiera; cuanto más ricos son, más caros son sus tratamientos y consultas. Parte de una persona sana, a la que transforma en enfermo hipocondríaco asustándolo con su jerga médica y con una dieta capaz de debilitar al más fornido. Convencerá a cualquiera de que está enfermo, como la vieja zorra de la fábula convence al cuervo de que es la más bella de las aves y que la única pega que puede ponerle es que no sepa cantar, a lo cual va el cuervo, grazna y suelta el queso, que es lo que pretendía la raposa, que corre tras arrebatárselo y haberse burlado de él. Deseoso de hacer fortuna, Knock expone su moderno concepto de mercadotecnia, que consiste en crear la necesidad antes de ofrecer el producto que la satisfaga. Pero desde que Knock comienza a tener opíparos ingresos, el dinero deja de interesarle o no es lo que más le interesa, puesto que le fascina ejercer su poder sobre los demás. 


 5.1.- De los demás personajes de la obra puede afirmarse que todos pasan a ser sus comparsas, incluido su rival el doctor Parpalaid al final de la obra. Cuando emprende la tarea de hacerse cargo del consultorio del pueblo, no pretende erradicar ninguna enfermedad, sino sacar el máximo beneficio en el sentido económico del término. Los colaboradores del doctor Knock, a los que atrae tendiéndoles una tupida red con la estrategia de un arácnido, son, en orden de aparición en escena, en primer lugar el pregonero que anunciará a la población de Saint-Maurice que el nuevo doctor abrirá una consulta gratuita el día de mercado. En segundo lugar, visita al señor Bernard, el maestro del pueblo, encomendándole la pedagógica tarea de instruir a los habitantes de Saint-Maurice inculcándoles las nociones científicas de “microbios, gérmenes”, antecedentes de las modernas bacterias y virus. Se trata de que el maestro muestre la peligrosidad mortal de dichos elementos a través de sus clases, educando a los pequeños, y dando conferencias a sus mayores. Posteriormente se gana al boticario del pueblo, el señor Mousquet, que representa la industria farmacéutica, cuyos ingresos, le asegura, se dispararán con sus recetas, y finalmente a la dueña del hotel, cuyo establecimiento se transforma en una clínica que enseguida se verá desbordada.

6.- La profesión médica conserva una impronta sagrada, si no mágica, en el inconsciente colectivo, que data del remoto período en que la medicina se confundía con la religión, dado su carácter sacerdotal. No en vano en Grecia se rendía culto a Asclepio, el Esculapio latino, el dios de la Medicina. Hijo del dios Apolo, según la mayoría de las versiones, fue confiado al centauro Quirón, que le enseñó el arte médica, adquiriendo una gran habilidad hasta el punto de que podía hacer resucitar a los muertos. Asclepio, de hecho, devolvió a la vida a muchos fallecidos, cosa que Zeus no podía permitir porque desbarataba el orden del mundo que establecía una diferencia tajante entre los mortales y los inmortales, y que Asclepio burlaba con su arte, por lo que Zeus lo mató fulminándolo con un rayo. Tras su muerte fue catasterizado y convertido en la constelación del Serpentario. Los atributos de este dios suelen ser, precisamente, serpientes enrolladas en un bastón. El culto a Asclepio floreció sobre todo en Epidauro, donde se desarrolló una verdadera escuela de medicina, cuyas prácticas eran sobre todo mágicas, arte que practicaron sus descendientes, de los que el más conocido fue Hipócrates, cuyo juramento realizan los modernos médicos solemnemente todavía prometiendo “primum non nocere”, no hacer daño en primer lugar a sus pacientes si no pueden curarlos, algo que no pone en práctica nuestro protagonista. 


 7- La obra ha sido llevada al cine en varias ocasiones: He visto Knock (1951), dirigida por Guy Lefranc, francamente magistral gracias la interpretación de Louis Jouvet en el papel protagonista y a la fidelidad del guión al texto, y, la más deplorable seguramente de todas y última por ahora, El doctor de la felicidad (2017), dirigida por Lorraine Lévy, que se presenta como una adaptación de la obra y altera y falsifica esencialmente el mensaje crítico de la obra de Romains envolviendo al doctor, aquí interpretado por el actor negro Omar Sy, en una ridícula historia de amor romántica y amable.

8.- Sólo conozco dos traducciones al español, y las dos están ya descatalogadas, accesibles en algunas bibliotecas públicas y en librerías de viejo y ocasión: la más antigua, la de Natividad Massanes, publicada por Editorial Losada en 1957 en Buenos Aires, y la más reciente, la de M. Paz Sánchez del Corral publicada por Editorial Bruño en 1989, en una colección infantil y juvenil con una guía didáctica para su lectura. La traducción que presento, por mi parte, no es ni mejor ni peor que las anteriores, que he consultado y tenido en cuenta para la mía, simplemente es más accesible, subida como está a la Red y abierta a todo el que quiera leerla.

8.1.- Recojo la noticia de que en febrero de 1925 se estrenó en Madrid con gran expectación debido al éxito que había cosechado en París Knock o El triunfo de la medicina en versión de Manuel y José Linares Rivas. El propio J. Romains asistió a dicha representación, y el crítico Rafael Marquina protestó por la tergiversación del texto que según él habían hecho los traductores. Me hago eco de la anécdota de que en 1943 la obra, que se representaba en Nueva York a la sazón, fue suspendida por las protestas de las asociaciones médicas que sentían que se atacaba la dignidad de su profesión. 

 

9.- El interés de la obra radica desde mi punto de vista en que el autor no nos ha pintado a un simple estafador, al que el dinero deja de interesarle cuando ha obtenido lo suficiente, sino a alguien que sabe lo que hace, que está convencido de su misión social, un apóstol de una nueva religión que es la de la Ciencia, un visionario. A Knock, más que el dinero, le fascina el ejercicio del poder sobre los demás que le brinda su profesión. Desde el primer momento insiste en que se le llame "doctor", porque conoce bien el efecto de este título en la gente, a la que subyuga además con el poder de sus conocimientos científicos y su fuerza de persuasión, que se aprovecha de la credulidad de la gente. Sabe ser duro con los que se rebelan contra su autoridad hasta llegar a ejercer un férreo control. Al practicar la medicina, Knock encontró una forma de ejercer su poder sobre los que le rodeaban, igual que un político, un hombre de negocios o una autoridad espiritual, como él mismo reconoce: "No hay nada más verdadero, decididamente, que la medicina, quizá también la política, las finanzas y el sacerdocio, cosas que todavía no he probado."

9.1.- En nuestros días el estamento médico se ha convertido en una institución poderosa en los países desarrollados, una casta dirigente gracias al sostén de la industria mundial de la Gran Farmacia, y a organismos privados como la poderosa Organización Mundial de la Salud y gracias a los Ministerios de Sanidad de los diversos Estados. La moderna medicina preventiva, que se ha llamado medicina factual o evidence based medicine en la lengua del Imperio, ha hecho enormes progresos, pero a partir de los años 80 se ha subordinado a los intereses de la industria farmacéutica, y a la hora de hacer el balance de riesgo y beneficio, se inclina siempre hacia el beneficio económico en lugar de a la salud de la gente. La medicina promovida por el Dr. Knock, como la medicina contemporánea, subyuga a través del miedo a toda la población de Saint-Maurice, que paraliza su dinamismo vital para someterse a una vorágine de restricciones con el objetivo no de dejar de estar enfermos, sino de tratar de estar sanos. 


 9.2.- Hay un elemento en la obra de especial interés. La labor del médico consiste en diagnosticar la enfermedad oculta para llevar a los pacientes a una “existence médicale”. Knock no cura un mal del que no se es consciente, y que, por lo tanto, no se padece, sino que hace que emerja como por arte de magia y que el individuo lo asuma. Quiere extender el dominio de la medicina, para lo que es menester enfermar a todo el mundo, es decir, hacer que se tambalee su confianza en la salud que posee, metiéndose todo el mundo en la cama para no caer enfermo. Tres meses después de su llegada a Saint-Maurice todo está “impregnado de medicina, recorrido por el fuego subterráneo de nuestra arte”, como le confiesa al doctor Parpalaid. Knock, más que una medicina preventiva, practica una medicina anticipativa, que en lugar de prevenir la enfermedad, la inventa y la fabrica. Se invierte el proceso curativo: no se espera a sufrir una dolencia para tratarse, se trata uno para no caer enfermo. Cualquiera, por muy buen estado de salud que presente, puede albergar en el repliegue menos pensado de su organismo “trillions de bacilles de la dernière virulence capables d’infecter un département”. La posibilidad de no tener síntomas pero ser portador de un peligrosísimo y contagiosísimo virus está en la mente de todos los lectores modernos. La medicina ha progresado tanto en nuestros días que todos estamos enfermos. Por precaución. Por anticipación. Eso justifica la actuación de las autoridades sanitarias. En cada pequeña dolencia o afección encontramos síntomas preocupantes: fatiga, problemas respiratorios, fiebre, pérdida del gusto y del olfato, insomnio, tos... Ni siquiera la ausencia de síntomas garantiza que uno esté sano. Knock hace de la medicina una nueva religión y objeto de culto. La obra resultaría cómica si sus personajes, crédulos, fuesen meros enfermos hipocondríacos que temen males imaginarios, pero al final resulta sarcástica porque sus personajes somos nosotros mismos, el público lector y espectador.

9.3.- En una entrada anterior de El arcón donde cabe todo, en 'El triunfo perverso del doctor Knock', me ocupé ya de la obra teatral, por lo que el piadoso lector debe disculparme si algunas de las cosas dichas allí las halla aquí ahora repetidas. También en otra página hice la presentación de los 'Fragmentos de la Doctrina Secreta' del doctor Knock, que pueden leerse en este enlace con las litografías ilustrativas de Paul Colin, donde J. Romains reflexiona sobre la iatrocracia, o gobierno de la casta médica, universal y la vacuna antitanática, que libraría a la humanidad de la muerte, como complemento de la obra teatral.

10.- En el año 2021 en que escribo estas líneas todos nos hemos convertido queriendo o sin querer en habitantes de Saint-Maurice, prisioneros de esa ficción; incluso el doctor Parpalaid, representante de la vieja medicina curativa, acabará finalmente atrapado en las redes del pérfido Knock. La farsa trágica que escribió J. Romains es nuestro drama actual. El interés de esta obra hoy es la denuncia de tiranía médica o, mejor dicho, de la dictadura sanitaria que se ha apoderado de nuestro mundo, en la que todos los gobiernos, sea cual sea su signo político, se han empeñado so pretexto de salvar la vida, ese fetiche abstracto, de sus súbditos. La Luz Médica que ilumina el escenario al final de la obra nos deslumbra y nos ciega a los lectores y a los espectadores. 

La obra puede leerse clicando sobre esta imagen.