Mostrando entradas con la etiqueta grafitos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta grafitos. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de junio de 2025

Pareceres LXXVIII

381.- ESO. (Acrónimo de Educación -¡ojo!: no Enseñanza, que todavía era palabra con cierta nobleza- Secundaria Obligatoria). Se asombran los feministas bien pensantes y políticamente corregidos del gobierno progresista de que los jóvenes españoles que han padecido y padecen la ESO (ese nuevo servicio militar obligatorio para ambos sexos) no hayan dejado de ser machistas, y sean además de ESO, que ya es bastante castigo, o por ESO mismo, unos analfabetos funcionales que no saben ni leer ni escribir ni hacer la o con un canuto. Les han inculcado, además, una formación para la ciudadanía que los ha convertido en unos perfectos idiotas: es decir en futuros votantes y contribuyentes. Antaño nos adoctrinaron a otros con "Formación del Espíritu Nacional" o algo así, que venía a ser lo mismo que esto otro: imposición de ideas. Eso sí, a ellos les han inculcado educación sexual en el instituto y antes en la escuela primaria: les han dicho que antes de hacer-“lo” tienen que ponerse el condón. Y algunos hay tan necios que se ponen el profiláctico hasta para ir a hacer pis.

 382.- Tolerancia cero. Hacer oídos sordos es como hacer caso omiso o ningún caso. Algunos intolerantes han resucitado la palabra “tolerancia” -casas de tolerancia eran antaño las casas de putas que ellos frecuentaban para soportar los yugos de sus uniones conyugales matrimoniales (hago adrede el juego de palabras: matrimonio es conyugio)- para, acto seguido, cuantificarla de "cero" y declarar la guerra a la prostitución y a todo lo habido y por haber. Disfrazan así su inveterada y añeja in-tolerancia con la expresión aparentemente más amable de "tolerancia cero". Ahora les da por perseguir el puterío y la putería callejeros que ha habido siempre: quieren recluirlos en lupanares, volver a los prostíbulos regentados por madamas, macarras y proxenetas. Por cierto, un proxeneta, como se sabe, es un alcahuete o persona que sonsaca a una mujer para usos lascivos con un hombre, o aquel que encubre, concierta o permite en su casa ese comercio carnal a cambio de una parte de los beneficios económicos de la prostitución, es decir, es un intermediario o macarra o, dicho vulgarmente, un chulo de putas. ¡Qué distinto del próxeno de la antigua Grecia, que era el anfitrión que recibía sin ánimo de lucro a los extranjeros y les brindaba hospitalidad mostrando su xenofilia, que no su xenofobia!

383.- Mayormente idiotas. La mayoría somos idiotas (yo también en mi mayor parte, por supuesto, como todo hijo de vecino), tanto la mayoría de los muertos como la mayoría de los que estamos presuntamente vivos todavía. Pero, afortunadamente, la mayoría no es la totalidad, la mayoría no somos todos, por lo que algunos, llevada la cosa al terreno personal, no siempre somos totalmente idiotas. Algunos hay, aunque muy pocos a la sazón, que son la excepción que confirma la regla y se salvan milagrosamente de la quema y de la condenación general a la idiocia y a la idiotez de la mayoría. Este idiotismo mayoritario consiste en un individualismo cerril que cultiva gustos y opiniones personales sin percatarse de que todos somos iguales y diferentes al mismo tiempo como dos gotas de agua: su lema es: un individuo, un voto; su caldo de cultivo, la democracia, que es el sistema de dominio vigente que nos imponemos mayoritariamente, tontos que somos mayormente la mayoría de la población y de nosotros mismos.
 
 
 384.-Paredes que hablan a gritos. Verdades de Pero Grullo, que a la mano cerrada la llamaba puño; verdades, pues, como puños que denuncian las mentiras oficiales, expresión de la voz anónima, desgarrada, del pueblo, que se rebela contra todas las ideas y contra la imposición de la más poderosa de todas ellas, que es la de la realidad misma, falsa como ella sola pero no por falsa menos real. Transcribo unos grafitos, escritos con letras capitales, como dicen que en la Red equivalen a gritos por su tono exaltado o enfático. ¿DEMOCRACIA ES LIBERTAD? NO ME HAGAS REÍR. JAJAJA. / NO TE CREAS LO QUE TE CUENTA (frente a un instituto de educación secundaria, y lo mismo frente a una iglesia) / DENTRO DE 40 AÑOS SERÁS FELIZ / ¿HAY VIDA EN MARTE? ¿LA HAY EN LA TIERRA? / ¿HAY VIDA ANTES DE LA MUERTE? / SI CREES QUE ERES LIBRE ES PORQUE NO HAS VOLADO LO SUFICIENTE COMO PARA CHOCAR CONTRA EL MURO. / TU BANCO TE ROBA / LOS VERDADEROS DELINCUENTES LLEVAN TRAJE Y CORBATA (O UNIFORME) / BALÓN>CUERO>BORREGOS>FÚZBOL / SOY LIBRE, PUEDO ELEGIR EL COLOR DE MIS BARROTES / ¿A QUÉ ESPERAS PARA EMPEZAR A VIVIR? / HIPOTECA TU VIDA: MUERE / BIENVENIDO AL ÚLTIMO DÍA DE TU VIDA / LA IMAGINACIÓN CONTRA EL PODER / SOLO LOS PECES MUERTOS SIGUEN LA CORRIENTE DEL RÍO .

 

385.- Lo que nos une nos separa. Circula en los repertorios de frases célebres suscritas por grandes pensadores, intelectuales o poetas esta, atribuida a Neruda, que me parece bellísima: “Que nada nos una para que nada nos separe”. Buscando entre los versos y escritos de Neruda, resulta que no encuentro la frase que todo el mundo le atribuye. Hallo otra muy diferente que reza: “Para que nada nos amarre / que no nos una nada”, dos versos del poema Farewell. Estos versos de Neruda dan a entender que los lazos que nos unen no dejan de ser cadenas y, por lo tanto, no dejan también de esposarnos: lo que nos une es lo que a la vez que nos acerca nos ata: por ejemplo el matrimonio, o la amistad, o la relación de pareja… La frase que se le atribuye a Neruda y que parece ser espuria, (“Para que nada nos separe, que no nos una nada”) podría parecer a primera y simple vista el epitafio de un pobre hombre solitario que no conoció el amor ni la amistad porque nunca arriesgó por temor a perder los sentimientos de su corazón. Sin embargo, desde otro punto de vista, da a entender que ya están unidos, y por eso dice (para que nada nos separe de la unión que mantenemos), que nada nos una, lo que no resulta muy lógico, pues si ya estamos unidos, ¿para qué pedir que nada nos una? Sin embargo, ahí está la paradoja: lo que sentimos todos en el fondo de nuestro corazón es que los lazos de unión (parentesco, afinidad, familia) nos unen pero de esa misma forma nos separan al unirnos. Quizá deberíamos reformular la frase del siguiente modo: “Para que nada nos separe, que nada nos amarre”.

 

lunes, 27 de abril de 2020

Pintadas callejeras

Las pintadas en las paredes ya no son, si es que lo han sido alguna vez, la expresión anónima, clandestina y desgarrada del sentido común y de la voz popular. Son otra cosa. Muy colorida a veces, no cabe duda de ello. Pero muy poco significativa. 

¿Qué dicen las paredes? En lugar de las viejas pintadas, los jóvenes hacen grafitos, rotuladores o aerosoles en mano, estampando su firma personal, la expresión redundante en letras mayúsculas, lo más grandes posibles, y a todo color, de su personalidad  bajo el logotipo de su nombre o alias propio, como si fueran una marca comercial. 

Los grafiteros neoyorquinos, por ejemplo, estampan su firma en letras enormes, las más grandes que nunca se hayan visto, y vivos colores en vagones de trenes y estaciones de metro, y repiten el diseño monotemático hasta la saciedad. Nada que decir, sólo la expresión del ego, la firma de la personalidad: aquí estoy yo, este es el logotipo de mi marca. Utilizan colores y diseños llamativos. Quieren ser originales. Su originalidad radica en expresar su individualidad, su soledad atómica, su personalidad. 



Creo recordar que fue un tal Muelle el que empezó esta moda, en los años ochenta, rubricando las paredes y vallas publicitarias madrileñas con su firma acompañada de una espiral que recordaba, por su diseño similar al del rabo de un cerdo, la forma de un muelle, finalizada en una flecha característica. Encerraba, además, una erre en un círculo, desde que inscribió su firma en el registro industrial. Muelle se hizo un nombre: convirtiendo un nombre común, pseudónimo o alias, que se sugería con el anagrama de un jeroglífico, en nombre propio. 

Son los grafiteros urbanos, cuyas firmas van cargadas de símbolos que quieren definir su personalidad. Su firma no está ligada a ningún producto comercial: no es una marca de tejanos, por ejemplo: el único producto comercial es el realizador de la firma: ellos mismos: Ego, Sociedad Anónima o, tal vez  mejor, Sociedad Limitada.    

El grafitero se considera, supongo, un artista, y sus productos, los grafitos se consideran arte urbano, por eso deja su artística firma en la pared. Pero ¿qué dicen las pintadas? ¿Qué significan esos gritos? ¿Qué comentan las paredes? ¿Qué expresan? ¡El nombre del que lo escribió! Como dice un refrán escolar, cuando un discípulo se dedica a estampar su nombre propio compulsivamente en paredes y pupitres, en aras de afirmar su personalidad, “el nombre de los burros (o de los tontos) aparece por todas partes”. Ni siquiera el típico e infantil “Tonto el que lo lea”. ¿Qué dicen los jóvenes? Nada: sólo: aquí estoy yo: esta es mi firma: una celebración egoísta del individuo masificado. 



¿Dónde están las pintadas anónimas, la voz del pueblo? Parece que sustituyen, parafraseando a McLuhan, el mensaje por el emisor (que debería ser lo que menos importa). El emisor es el mensaje: aquí estoy yo. Claro que la culpa no la tienen ellos, los jóvenes. Divino tesoro, la juventud... Si es más importante que un dibujo anónimo de Picasso, la firma de éste estampada en él, ¿por qué no prescindir del dibujo y rubricar sólo la firma picassiana? 

¡Qué pena! Sus nombres propios estampados en colores sólo sirven para decorar vagones de tren, paredes grises, murales... igual que la publicidad. Es verdad que le dan una nota colorista a la ciudad, pero poco o nada más. ¡Qué tristes están los muros con esas firmas y diseños de color! No dicen nada, no tienen nada que decir: sólo aquí estoy yo, yo y nadie más que yo, viva yo, solo yo. 

Expresan la frustración onanista y solipsista del autor. Emiten el más simple de todos los mensajes, el más elemental: el nombre propio como si fuera una ventosidad. Aquí no hay contenidos políticos, nombres comunes que puedan ofender a nadie por sus textos inmorales, pero resulta que la mayor inmoralidad de todas es la afirmación de la propia personalidad, nuez vana, cáscara vacía.