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sábado, 14 de junio de 2025

El derecho a decidir

A menudo oímos decir que solo se es libre cuando se puede decidir. Y muchos reclaman para ser libres el derecho a decidir. ¿A quién se lo reclaman? Al amo. Ese es el problema. 
 
Decía Theodor W. Adorno: "La libertad consiste no en elegir entre blanco y negro, sino en escapar de toda alternativa preestablecida". El amo es el que establece la alternativa. Podemos ser nosotros mismos en un determinado momento dado los que nos impongamos el papel del amo. 
 
Cuando uno elige entre los términos de una alternativa que se le brinda no solo se está sometiendo al designio de quien diseñó la alternativa, sino también a la propia alternativa, como nos enseñó el sociólogo Jesús Ibáñez (1928-1992) en A contracorriente, edit. Fundamentos, Madrid, 1997. En las sociedades democráticas contemporáneas avanzadas tenemos libertad para elegir entre dos términos aparentemente opuestos como el blanco y el negro pero realmente indiferentes, entre izquierda y derecha, dos productos del mercado, dos alternativas de poder: Pepsi-Cola o Coca-Cola, Madrid o Atleti, Sánchez o Feijoo, dos partidos políticos igualmente corruptos cuando ejercen el poder porque no existe la corrupción cero cuando se ejerce dicho poder por lo que ninguno de ellos puede ser el antídoto de la corrupción... 
 

Una democracia moderna alcanza su equilibrio cuando solo quedan -al estilo yanqui- dos opciones electoralmente indiferentes: el bipartidismo es la perfección culminante de la democracia moderna, que nos ofrece la oportunidad de cambiar para seguir igual, o de ponerle un collar diferente al mismo perro. 
 
Los que mandan, que son por otra parte unos mandados como los demás, pueden preguntar lo que quieran, y es deber del resto de los mandados responder a lo que se les pregunta. La participación de los ciudadanos en el rito electoral de la feria democrática debe limitarse a responder a las preguntas que se les hacen: a elegir entre los candidatos que les proponen, sin que ellos participen para nada en la propuesta. 
 
Ni siquiera los militantes -qué término este más militarote pero significativo- de cada partido participan en la elaboración: las listas son cerradas por la cúpula de cada partido. Se ha criticado este hecho muchas veces y se ha propuesto, para corregirlo, la apertura de las listas, listas abiertas... Pero eso no resuelve el problema de la alternancia en el poder. 
 
Hay que elegir entre términos indiferentes: nada más seguro que la alternancia en el poder de dos partidos (casi) idénticos: para que haya reversibilidad, para que estemos en el mismo punto al empezar y al acabar la función. 
 
No hace falta saber latines para ver que decidir rima con incidir, y que el hecho de tomar una decisión sugiere la práctica de una incisión, abscisión, escisión o circuncisión, que se hace, otra rima etimológica, con precisión y concisión. Y detrás de estas palabras aparece de alguna forma el hecho de separar cortando, por ejemplo la cabeza del cuello en el sacrificio de un pollo o de una gallina, tajar, zanjar y degollar... Y es que decisión proviene etimológicamente de la palabra latina que nombraba la acción de cercenarle el cuello a la víctima sacrificial. 
 
De ahí que la manera de resolver un negocio, un problema o un asunto sea la toma de una decisión. Decidir es degollar las alternativas. A veces tomamos una decisión, cuando quizá lo más prudente -lo menos sanguinario- sería la indecisión, porque, reconozcámoslo, saber nada o muy poca cosa sabemos, no sabemos lo que queremos, lo que lejos de desesperarnos, debería permitirnos ver, nada nos lo impide por otra parte, que sabemos lo que no queremos, que es lo que tenemos y nos sobra.

jueves, 21 de diciembre de 2023

Pareceres (XXXVI)

176.- Referéndum monarquía/república: Algunos reclaman la conveniencia de convocar un referéndum monarquía o república utilizando una herramienta democrática como es la consulta al electorado, que no al pueblo, porque no es lo mismo aunque habitualmente se confundan ambos conceptos. No me extrañaría nada que la propia Casa Real española propusiera dicho plebiscito que, casi sin ninguna duda ganaría dado que tiene a su servicio toda la maquinaria estatal, institucional, económica, partidista, mediática... Sería el mejor método para legitimar la permanencia de la corona de dicha institución propia del régimen feudal del ancient régime anterior a 1789, perpetuándose antes de que crezca de manera peligrosa el rechazo popular que refleja aquella copla que recogió García Lorca: Si tu padre quiere un rey, la baraja tiene cuatro: rey de oros rey de copas, rey de espadas, rey de bastos. Vaya por delante algo de capital importancia: la instauración de la República, per se, no supondrá un cambio del sistema económico imperante, ni vendrá a subvertir el orden social establecido, ni va a trocar el bagaje cultural de la gente y, ni siquiera garantizará un cambio significativo en el régimen político, más allá de sustituir la transmisión hereditaria familiar y nobiliaria de la jefatura de Estado por otro tipo de origen electo como en sus comienzos fue la monarquía romana, por ejemplo. No hace falta, para darse cuenta, más que ver sin prejuzgar las monarquías y repúblicas modernas que nos rodean. Uno puede alegrarse de que desaparezca un dictador, de hecho es ley de vida que lo haga, pero eso no conlleva que desaparezca la dictadura. El Régimen, con mayúscula, es indiferente a esos cambios cosméticos de gobierno o de forma de Estado con tal de que siga habiendo Estado: principes mortales, rem publicam aeternam


 

177.- Decisiones. (Del latín decidere, cercenar, cortar de arriba abajo como hace el matarife practicando un hachazo con una precisa incisión cuando sacrifica a una oveja, un cerdo o un ternero) ¿Tomamos decisiones o las decisiones nos toman a nosotros, convirtiéndonos a nosotros en sus rehenes y convirtiéndose ellas en hábitos rutinarios? El mercado nos proporciona diversas opciones y nos ofrece un pequeño margen de maniobra: podemos elegir, sí, pero dentro de lo previamente establecido, lo que está lejos de la verdadera libertad de elección.

Hércules indeciso en la encrucijada, Beccafumi (1520)
 

178.- Cambio de hora: En la madrugada del 28 al 29 de octubre se produjo -se nos infligió- en España el cambio de hora para entrar en el horario de invierno, cuando las 3 de la mañana pasaron por real decreto a ser las 2, lo que metafísicamente era imposible, pero así se produjo y sucedió. En agua de borrajas se quedó la resolución del parlamento europeo de marzo de 2019 de eliminar el cambio de hora estacional que debería aplicarse en 2021. No se entendía bien por qué hacían falta dos años para llevarlo a cabo, pero con la coronación del virus se pospuso sine die. El cambio de hora ya no está en la agenda, pese a la unanimidad que había en acabar con esta medida de ahorro energético que no sirve para lo que dice servir ni para nada bueno porque lo único que produce son efectos nocivos reales para la salud. Según el Boletín Oficial del Estado, el cambio de hora va a seguir produciéndose -infligiéndosenos- en nuestro país hasta 2026, pese a que, según nuestro Ministerio para la Transición Energética explicaba en 2019, “no existen informes actualizados ni experiencias contrastadas” que “permitan aseverar que el cambio de hora lleve asociados ahorros energéticos”.

 
179.- Sórdido burdel. En un modesto, muy humilde lupanar de carretera de esta España de hoy y aquí, España eterna, en donde todo el año brilla la luz intermitente de un farolillo rojo de neón eléctrico, se ve, parpadeante, la silueta ahora de una estrella luminosa que señala el rumbo del prostíbulo-Belén a los nuevos Reyes Magos, náufragos solitarios del negro asfalto que, a trueque de oro, incienso y mirra, pagando con dinero en efectivo -no aceptan la tarjeta aún de crédito-, le echarán, calzándose un condón por si acaso-, un par de polvos a una furcia anónima cualquiera, poco virgen, en tanto resuenan villancicos en el puticlub y se encienden y se apagan, intermitentes, las lucecitas de un arbolillo artificial y cutre navideño.

 

180.- En edad de merecer. En el siglo XIII entró la palabra 'meretriz' en castellano, según el ilustre Corominas, derivada del latín 'meretrix', sustantivo de agente femenino formado con el sufijo -trix (igual que actriz, emperatriz...) añadido al verbo 'merere' que significaba obtener uno su parte, ganar, y que admitía diversos complementos o ganancias como 'laudem' gloria, 'odium' odio, 'praemia' premios y recompensas, y que enseguida acabó desembocando en 'argentum' 'ganar plata, o sea dinero, es decir, cobrar un salario. Se ha conservado en castellano como 'merecer', y da origen a 'mérito' y a los cultismos 'benemérito', que se ha portado bien, y 'emérito', con el significado de 'el que se ha jubilado', participio de 'emereri' 'ganarse el retiro, terminar el servicio'. De ahí la fundación de Emérita Augusta, Mérida la ciudad de los veteranos legionarios eméritos, término que, afortunadamente, no siguió las pautas de evolución fonética que hubieran hecho que pasara a 'Merda' por pérdida de la vocal átona en interior de palabra y de ahí a 'Mierda' por diptongación de la e breve y tónica. Meretriz es en principio 'la que se gana la vida ella misma', la merecedora del salario que cobra. Según esta acepción, la edad de merecer sería sencillamente la edad en la que una tiene que empezar a hacerse valer por sí misma sin depender de nadie. Es decir, la edad a la que tiene una que empezar a hacer méritos y ser digna de premio (entiendo yo que se refiere en este caso a la dignidad del reconocimiento). Por supuesto, entre los premios también estaría el amor, dado que también tiene que hacerse una valer para encontrar una pareja.