Vivimos en una sociedad fuertemente alfabetizada y, paradójicamente, analfabeta, porque a la imposición del abecedario se ha unido un adoctrinamiento furibundo.
“La bomba arancelaria destruye 9,2 billones en las Bolsas mundiales en tres días, la mitad de todo el PIB de la UE”, metáfora bélica de El Diario Global(ista).
El verdadero propósito de un docente debería ser enseñar, no rellenar informes, programaciones y memorias interminables, el papeleo que exige la Administración.
El arte verdadero no necesita ni guía ni exégesis conceptual para entenderse porque conmueve por sí solo. Si necesita explicación, no es obra de arte de verdad.
Grato el botellón a Dioniso-Baco-dios y a la juventud. Es la bacanal rito finisemanal de liberación: murga demencial, baile y vino que beber, vino que olvidar.
Escribe Émil Cioran en alguna parte que el hecho de que la vida no tenga ningún sentido determinado es una razón, quizá la única que puede haber, para vivir.
Cualquier cosa puede desarticularse y descomponerse en sus partes o partículas que son, por su parte, cosas también que pueden también a su vez descomponerse.
“La primera vez que visualicé” o “la primera vez que visibilicé” dice en vez de “la primera vez que vi” quien se las da de culto, o sea, de leído y escribido.
Un científico, sacudiendo los cimientos de la física y filosofía contemporáneas, asegura que hay pruebas de que vivimos en una simulación: la caverna de Platón.
En el año del Señor de 2024 aplicaron la pena capital o crimen de Estado quince países del mundo, en los que se realizaron mil quinientas dieciocho ejecuciones.
La frase del zorro al principito de lo esencial es invisible a los ojos adquiere un nuevo significado añadiendo... que miran a la pantalla virtual del celular.
¿Cómo puede el gobierno prohibir como pretende la prostitución actualmente tolerada sin suprimir al mismo tiempo las demás formas de trata y trabajo asalariado?
Un aumento del salario mínimo interprofesional y una reducción de la jornada laboral mitigaría quizá nuestra explotación, pero seríamos siervos más agradecidos.
Dice Shelley, el poeta, que el hombre bueno ni manda ni obedece, que el poder, como desoladora peste, corrompe cuanto toca, y la obediencia degrada y esclaviza.
Al “débese al niño el mayor respeto, si uno pretende / algo que es indecente” que escribió Juvenal, le añadiría yo: ...como que sea tu hijo, criarlo y educarlo.
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