Hay en latín antiguo un verbo iubilare atestiguado por el gramático Varrón en De lingua Latina VI, 68, que cita como sinónimo de quiritare, especificando que este último era vocablo propio del registro urbano, mientras que el primero lo era del rústico: ut quiritare urbanorum, sic iubilare rusticorum.
Tanto quiritare como su variante iubilare significarían “llamar a gritos, gritar pidiendo ayuda, llamar en auxilio, es decir: vocear”. El término quiritare se redujo a critare
en latín vulgar, y es el origen del italiano “gridare”, del catalán
“cridar” y del francés “crier”, y también del castellano y portugués
“gritar”, que presentan la conservación irregular de la -t-
intervocálica no sonorizada en -d-, lo que podría deberse quizá a una
geminación de carácter expresivo.
Varrón, buscándole una razón etimológica y los tres pies al gato a este verbo, lo relaciona con los quírites, por lo que quiritare
sería, según él, apelar a los quírites o ciudadanos romanos. Pero
parece que es una falsa etimología, una simple coincidencia. Quiritare podría tener un origen expresivo u onomatopéyico simplemente.
Frente a este término del sermo urbanus, se encuentra iubilare, propio del sermo rusticus, que significaría “gritar de alegría (un campesino)”. Y ahí Varrón cita para corroborarlo un verso de una atelana de un tal Aprisio que, imitando el habla pueblerina, dice en latín: Io bucco! Quis me iubilat? -Vicinus tuus antiquus. “¡Eh, bocazas! ¿Quién me llama a gritos? -Tu viejo vecino”.
Frente a este término del sermo urbanus, se encuentra iubilare, propio del sermo rusticus, que significaría “gritar de alegría (un campesino)”. Y ahí Varrón cita para corroborarlo un verso de una atelana de un tal Aprisio que, imitando el habla pueblerina, dice en latín: Io bucco! Quis me iubilat? -Vicinus tuus antiquus. “¡Eh, bocazas! ¿Quién me llama a gritos? -Tu viejo vecino”.
Según el diccionario indoeuropeo de Pokorny el latín iūbilō 'lanzar gritos de júbilo, cantar' podría derivar de *i̯ūd-dhǝ-lō con el significado onomatopéyico de 'hacer
yū', algo parecido, podríamos decir nosotros, a nuestro “yupi”, que
es, según el diccionario de la RAE, una interjección utilizada para
expresar alegría o sorpresa de origen onomatopéyico. Sería, por lo
tanto, iubilare una onomatopeya similar a sibilare, cuya formación estaría relacionada con el griego ἰύζω “proferir un grito agudo”.
Disponemos también en latín de la palabra iubilum, que es un derivado regresivo del verbo iubilare, y que terminó por significar alegría, gozo o alabanza, y es el origen de nuestro "júbilo" y "jubiloso".
Frente a estos términos antiguos se tomó en época más reciente el préstamo iōbēlēus, adaptación del griego ἰωβηλαῖος, derivado del hebrero yōbēl
(“cuerno de morueco que se utilizaba como instrumento musical similar a
una trompeta”, con el que se anunciaba la gran solemnidad de los judíos
del año santo que se celebraba cada cincuenta años), vocablo que, por
metonimia, acabaría sirviendo para dar nombre al año santo. Según el DLE
de la RAE, jubileo procede del hebreo šĕnat hayyōbēl; literalmente 'el año del ciervo'.
Dicho
préstamo se vio influido y contaminado enseguida por el verbo latino
“iubilare”, por lo que pasó a denominarse “iubilaeus”, de donde procede
nuestro “jubileo” y “año jubilar”.
El jubileo o Año Santo es una celebración que tiene lugar en distintas
iglesias cristianas históricas, particularmente la católica y la
ortodoxa, que hunde sus raíces en el judaísmo.
Según
la Biblia, en efecto, Levítico 25, 10-12, que cito por la traducción
española que manejo de Nácar-Colunga, Yavé habló a Moisés en el monte
Sinaí, estableciendo en primer lugar el año sabático: al cabo de seis
años de sembrar el campo y vendimiar la viña, la tierra descansará al
séptimo año en honor de Yavé, que también descansó al séptimo día tras
sus trabajos de creación del mundo imponiendo así la semana laboral y el
descanso sabático que los cristianos cambiaron de día y lo pasaron al
domingo, descanso dominical o del Señor; y en segundo lugar estableció
para los hijos de Israel un año particular cada medio siglo:
"Santificaréis el año cincuenta, y pregonaréis la libertad por toda la
tierra para todos los habitantes de ella (…) El año cincuenta será para
vosotros jubileo; no sembraréis, ni recogeréis lo que de sí diere la
tierra, ni vendimiaréis la viña no podada; porque es el jubileo que será
sagrado para vosotros”.
Y de ahí llegamos a la jubilación,
que nuestra Real Academia Española de la Lengua define como "acción y
efecto de jubilar o jubilarse", así como "pensión que recibe quien se ha
jubilado", lo que es indicio etimológico de la tradición de nuestra
herencia judeocristiana, que nos remonta al Génesis de la Biblia en
cuanto a la condena al trabajo ("con el sudor de tu rostro comerás el
pan") y al Levítico, en cuanto consagración del período de descanso del
año sabático y del jubilar como complemento indispensable de una vida
dedicada a la servidumbre del trabajo asalariado, pero también ofrece el
significado pagano y poco usado ya, de raigambre latina, de "viva
alegría, júbilo". Pese al desusado significado latino, no podemos evitar
la asociación de las palabras y la relación del júbilo primitivo con la
llegada del sabático jubileo y la merecida y jubilosa jubilación.