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martes, 9 de diciembre de 2025

Variety show (2)

Europe is living a celebration
 
    El director y protagonista de 'La vida es bella' (1997), la aclamada película que presenta a un padre que inventa una ficción agradable para edulcorarle a su hijo la realidad de un campo de concentración y exterminio nazi en el que ambos malviven, ha definido así el engendro político e ideológico de Europa, creando otra ficción similar a la de la película para soportar una realidad cada vez más intolerable: Europa es la mayor construcción institucional, política, social y económica de los últimos cinco mil años (le falto añadir 'desde que hay registros registrados') realizada por el ser humano sobre el planeta tierra. Es un proyecto, un ideal, una esperanza, un desafío, un sueño
 

    Inaugura así el director y actor italiano un nuevo patriotismo eurocéntrico tan deleznable como el antiguo y nacionalista que pretende sustituir.
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 Dolores y Remedios (La Loly y la Reme) 
 

   Dolores, la Loly, siempre quejándose, y alimentando teorías magufas conspirativas, antivacunas y de extrema derecha, mientras que Remedios, la Reme, mucho más positiva, progresista y resiliente, está siempre del lado de la evidencia del consenso de la Ciencia y del Ministerio de Sanidad del Gobierno de España, y siempre, por lo tanto, del lado correcto de la Historia. Lo que importa no es lo que uno cree, dice la Reme, sino “lo que está demostrado" -¿hay algo que este demostrado en lo que no quepa la duda?-, y no lo dice ella o Internet, sino la Ciencia, que, diga lo que diga, siempre va a misa). 
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Dos reflexiones de El Roto: la locura y el puente. 
 
 Uno, sobre todo si es un soldado porque sabe de lo que habla, puede decir que la guerra es una locura, como le dice, rifle al hombro, a un conmilitón el de la viñeta de Andrés Rábago, El Roto. Este sin embargo pone en duda su opinión: ¿Y tú qué sabes? ¿Acaso eres psiquiatra? Lógicamente no haca falta ser un especialista ni un médico de almas para diagnosticar que la guerra en particular, y la realidad y la cordura, en general, son una locura. 
 
 
Las escapadas de fin de semana o de puente, como el que acabamos de cruzar a principios de diciembre en las Españas de Dios evitan la huida. No es lo mismo, en efecto, una escapada, que siempre tiene algo de vuelta al redil, que la huida, que sería la fuga sin retorno. Las escapadas finisemanales, igual que las vacaciones, solo sirven para no huir de verdad. 
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 La colmena (la ciudad vertical)
  

Treinta mil personas viven en este edificio, el Regent International Center de 67 pisos de altura, sito en Hangzhou (China). No es solo un edificio, sino una ciudad vertical, una auténtica y bulliciosa colmena en la que hay de todo (escuelas, hospitales, cines, supermercados...) Es la 'ciudad' perfecta de los quince minutos. Puedes vivir aquí, si a lo que se hace aquí se puede llamar 'vivir', sin tener que salir nunca del recinto. Uno se pregunta si estamos ante la solución habitacional del futuro urbano o frente a la locura descomunal de los nichos de un cementerio. Me ha querido recordar a la novela 'La colmena' (1951) de Camilo José Cela, que presentaba Madrid como un gran enjambre humano, un espacio lleno de personas -unos trescientos personajes, creo recordar- que malviven, trabajan, sufren y se cruzan entre sí sin llegar a conocerse nunca del todo, una sociedad hecha de muchas biografías interconectadas y atrapadas en un mismo panal urbano.

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Desinformación
 

  Neil Postman escribió sobre los efectos de la televisión en la información y el conocimiento afirmando que la televisión alteraba el significado de "estar informado" al introducir la "desinformación", que no es información falsa, sino engañosa,  irrelevante, fragmentada o superficial, que da la sensación y crea la ilusión de saber algo, pero en realidad nos aleja del conocimiento de lo que pasa.  Desarrolló este concepto en su libro "Amusing Ourselves to Death: Public Discourse in the Age of Show Business" (1985), que en español se tituló "Divertirse hasta morir". El libro argumenta que la televisión ha convertido el entretenimiento en el formato principal para toda experiencia, incluyendo la política y el periodismo, lo que degrada el discurso público. Lo que escribió Postman sigue siendo válido hoy en día, pero hay que tener en cuenta la irrupción de internet en 1991, cuando a través de la WWW World Wide Web (Red Informática Universal) permitió navegar a través de páginas electrónicas mediante enlaces, popularizándose, globalizándose y liberalizándose en 1995 para usos comerciales como la vieja TV a la que sustituye con la presentación de la realidad virtual.
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El futuro en tu muñeca

martes, 5 de septiembre de 2023

¡No, otra vez no, por favor!

  ¿Aumentan los Casos? Se preguntaba el domingo un tal Robin Mckie, periodista de The Guardian, el periódico progresista inglés subvencionado por la filantrópica fundación de Bill y Melinda Gates, y respondía diciendo que sí debido a tres factores: la disminución en primer lugar de la inmunidad -la natural, si sigue habiéndola a estas alturas, y la adquirida artificialmente- frente a la enfermedad del virus coronado, el mal tiempo del verano (debido al cambio climático, se supone, que lo mismo nos trae una DANA que la ebullición global del planeta) y, ¡atención al tercer factor!, la proyección en salas de cine de superproducciones supertaquilleras como Barbie y Oppenheimer, que pueden haber provocado el aumento de los Casos por la mezcolanza de gentes infectadas que han ido irresponsablemente al cine a verlas en espacios cerrados donde el virus campa por sus fueros.

 
 
 
    El caso es que se vuelve a hablar de que hay Casos, vuelve a haber Casos. Vuelve, por lo tanto, la emergencia de la enfermedad del virus coronado, que se traduce en la venta y adquisición compulsiva de test de autodiagnóstico en las farmacias, que se han agotado enseguida, para saber si uno tiene el estigma. Pronto sonará la alarma roja de nuestros móviles metiéndonos miedo ante la nueva versión actualizada de Covid 2.O persistente.
 
     Cuando muchos creían que la pesadilla se había terminado, resulta que no es así, que volvemos a empezar, y que después de la fase pospandémica en la que estábamos instalados, no se vuelve ya nunca a la vieja normalidad de la prepandemia, sino que volvemos a la fase pandémica. 
 
    La emergencia no acabará ya nunca, una vez instalada en nuestros dispositivos interiores, sino que volverá a empezar de nuevo porque vivimos, por si alguien no se ha enterado todavía, en el estado permanente de emergencia perpetua, en lo que Diego Fusaro ha denominado “la nueva normalidad del capitalismo terapéutico”, que es el método de gobierno funcional del régimen democrático neoliberal que padecemos donde resulta indiferente que gobierne la izquierda, la derecha o sus extremidades. 
 
    Gracias a la declaración del estado de emergencia o de alarma, el Estado puede imponer -implementar, decían los pedantes de nuestros mandamases- medidas y normas que en ausencia de dicha emergencia nunca habrían podido aplicarse porque nunca habrían sido aceptadas. 
 
    ¿Habría, en efecto, aceptado alguien en su sano juicio los arrestos domiciliarios de personas sanas, la imposición de mascarillas en todos los espacios públicos, la distancia social, y el infame pasaporte o certificado de vacunación para poder viajar o entrar en algún restaurante o espectáculo si no nos hubieran metido hasta la médula el miedo a la muerte y engañado? 
 
    Estas medidas represivas, presentadas como medidas sanitarias extraordinarias avaladas por los expertos, que son los doctores que no conoce nadie que tiene la Santa Madre Iglesia de la Ciencia, sólo son aceptadas e incluso reclamadas por la mayoría de la población porque se presentan como un mal menor necesario que pretende evitar un mal mayor apocalíptico y futuro. 
 
 
    Se ha inaugurado así el paradigma de la emergencia como arte de gobierno donde se considera lo inaceptable como inevitable, lo extraordinario como lo más normal del mundo, y las medidas políticas de control de la población como recomendaciones terapéuticas científicas.
 
  El Ogro Filantrópico que decía el poeta Octavio Paz ha logrado que el golpe de Estado mundial del Great Reset pueda ser aceptado por la inmensa mayoría de la población porque no se presenta como lo que es, un experimento de control político, sino como una medida que puede resultar desagradable y que no nos gusta a muchos pero que es por nuestro propio bien y pretende salvarnos la vida a todos y cada uno de nosotros. De este modo el sistema -el capitalismo, digamos- produce lo intolerable y al mismo tiempo, en palabras de Fusaro, sujetos dispuestos a tolerarlo. Ahí radica lo perverso de su fuerza. 

    Addendum: Decía Neil Postman en el prefacio de 'Divertirse hasta morir' que:

    "Contrariamente a la creencia prevaleciente entre la gente culta, Huxley y Orwell no profetizaron la misma cosa. Orwell advierte que seremos vencidos por la opresión impuesta exteriormente. Pero en la visión de Huxley no se requiere un Gran Hermano para privar a la gente de su autonomía, de su madurez y de su historia. Según él lo percibió, la gente llegará a amar su opresión y a adorar las tecnologías que anulen su capacidad de pensar.

    Lo que Orwell temía eran aquellos que pudieran prohibir libros, mientras que Huxley temía que no hubiera razón alguna para prohibirlos, debido a que nadie tuviera interés en leerlos. Orwell temía a los que pudieran privarnos de información. Huxley, en cambio, temía a los que llegaran a brindarnos tanta que pudiéramos ser reducidos a la pasividad y el egoísmo. Orwell temía que nos fuera ocultada la verdad, mientras que Huxley temía que la verdad fuera anegada por un mar de irrelevancia. Orwell temía que nos convirtiéramos en una cultura cautiva. Huxley temía que nuestra cultura se transformara en algo trivial, preocupada únicamente por algunos equivalentes de sensaciones varias. Como Huxley destacó en su libro 'Nueva visita a un mundo feliz', los libertarios civiles y racionalistas, siempre alertas para combatir la tiranía, «fracasaron en cuanto a tomar en cuenta el inmensurable apetito por distracciones experimentado por los humanos». En '1984', agregó Huxley, la gente es controlada infligiéndole dolor, mientras que en 'Un mundo feliz' es controlada infligiéndole placer. Resumiendo, Orwell temía que lo que odiamos terminara arruinándonos, y en cambio, Huxley temía que aquello que amamos llegara a ser lo que nos arruinara".
 
 

    Resulta curioso ver ahora con el "paradigma de la emergencia", cuando "el sistema produce lo intolerable y los sujetos dispuestos a tolerarlo", cómo confluyen ambas visiones al permitir utilizar sin complicaciones a Orwell y "transicionarnos" plácidamente al horrendo escenario vislumbrado por Huxley.