Gorgias en su opúsculo Encomio de Hélena, que puede leerse aquí mismo,
no hace una alabanza encarecida o elogio, como el título indica, sino,
más que eso, una auténtica apología o discurso de defensa no sólo
judicial sino también moral de una mujer a la que declara inocente e
irresponsable de los actos que se le imputan.
Según
la tradición, Hélena fue una mujer fatal, una adúltera legendaria que
provocó una desastrosa guerra mundial, la guerra de Troya, abandonando a
su esposo Menelao, el rey de Esparta, y fugándose con el apuesto
príncipe troyano Alejandro Paris, si no fue raptada por aquél.
Para
Gorgias, sin embargo, no es culpable de adulterio ni responsable
tampoco de haber provocado dicha primera guerra mundial de nuestro
mundo.
Poetas como Estesícoro y Eurípides habían intentando desmitificar a
Hélena de Troya diciendo que nunca había ido a Troya. Pero Gorgias,
partiendo de la verdad homérica tradicional, que no cuestiona, va a
hacer algo mucho más subversivo que eso, va a desresponsabilizar, por
así decirlo, a la bellísima hija de Leda.
Aunque
no sepamos lo que sucedió exactamente entre Hélena y Alejandro, si hubo
un secuestro, como querían los griegos, o se trató de una fuga, como
argumentaban los troyanos, que la aceptaron en sus murallas dándole
asilo, es posible afirmar una cosa con certeza: Hélena es inocente. No
es una petición de principio, sino una conclusión lógica y racional que
se desprende del razonamiento de Gorgias.
La
desresponsabilización de Hélena se lleva a cabo de cuatro formas: la
primera, culpabilizando a los dioses y al destino, culpar a los dioses
es una manera de declararla a ella inocente; la segunda, inculpando al
raptor, porque si se trata de un rapto, ella sería una víctima; la
tercera, si fue persuadida o, si se prefiere, engañada por la palabra y
la razón, por el lenguaje, que como afirma Gorgias λόγος δυνάστης μέγας
ἐστίν, es un gran señor, una poderosa fuerza, también es inocente en
este caso, porque el que habla propone una representación del mundo que
el oyente asume, llegando a ver la realidad bajo un nuevo prisma; la
cuarta, por la irresistible pasión de Eros, es decir, por la fuerza del
amor, que también es un dios que arrebata a mortales e inmortales.
De
cualquier manera, Hélena fue a Troya contra su voluntad, por lo que, de
ninguna forma, es judicial- ni moralmente responsable, y, si no es
culpable, resulta que es, en buena lógica, inocente tras el análisis
racional de los motivos de su conducta.
El
comportamiento de Hélena sería un caso paradigmático de cualquier
conducta humana, simplemente como tal, y su resultado sería que nadie es
moralmente responsable de nada en absoluto. Y si la argumentación de
Gorgias absuelve a Hélena también exculparía, por ejemplo, a su raptor
Alejandro, admitiendo que ella fue secuestrada por él, ya que el
príncipe troyano habría obrado también movido por la fuerza irrefrenable
de la pasión amorosa, y no sería responsable de su conducta tampoco.
Y si el argumento disculpa la conducta de los dos amantes, también nos absuelve de paso a todos nosotros piadosamente.
Nadie sería moralmente culpable de nada porque nadie hace mal a conciencia, voluntariamente.
Hélena de Troya, Gustave Moreau
Si
la argumentación de Gorgias es sólida, y parece que lo es, debe ser
válido para todos los agentes humanos y para todas sus acciones el
principio socrático de que οὐδείς ἑκὼν ἐξαμαρτάνει, nadie hace mal a sabiendas, que se tradujo al latín como nemo sponte sua peccat
-donde hay que entender el “peccat” en el sentido amplio que va de la
equivocación al delito que tenía en la lengua de Virgilio, y no en el
cristiano y restringido de pecado-: nadie es nunca culpable de nada ni
responsable de sus actos, por lo que, de alguna manera, está declarando
inocente y libre de toda culpa, pecado y responsabilidad jurídica y
moral a toda la humanidad.
Todos
somos inocentes al fin y a la postre, lo que no quiere decir que todo
el mundo sea bueno, sino que si hay alguien malvado es por ignorancia: nemo uolens malus est.
Gorgias,
aunque escribió su panegírico de Hélena hace casi dos mil quinientos
años, se muestra aquí como si fuera un autor contemporáneo, es decir,
como todo un clásico, un muerto que está bien vivo todavía, y que nos
hace revisar nuestras apolilladas ideas sobre la libertad humana, el
libre albedrío y la responsabilidad moral de nuestras acciones, y
replantearnos estos grandilocuentes conceptos, de los que tendríamos que
admitir unas versiones mucho más restringidas de las que tenemos, pues
viene a decirnos que somos susceptibles de manipulación, cosa que
sabemos muy bien nosotros, que sufrimos la moderna propaganda y el
lavado de cerebro bajo el poder de las imágenes y las palabras.
Corrige: “nemo SPONTE sua peccat”
ResponderEliminarGratias tibi ago.
EliminarComo decíamos por las tertulias del Ateneo: “La culpa es de la Culpa”
ResponderEliminarTambién podría decirse que la culpa, como cantaba Gabinete Caligari, fue del chachachá.
ResponderEliminarEn la Defensa de Hélena, dice: esto es lo que he hecho o lo que he dicho “Helénes mèn enkómion”, “de Helena, encomio”, “emòn dè paígnion”, “y en cuanto mío, juego”, es decir, declara el carácter de juego de esta defensa, que, sin embargo por otra parte es muy seria.
ResponderEliminarEn efecto, la defensa de Hélena es una broma y, a la vez, es una cosa seria, lo que recuerda a la recomendación que hacía el propio Gorgias de combatir la seriedad con el humor y el humor con la seriedad.
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